I; gràcies per deixar-me formar part de tu. T'estim. Feliç 8 de març a la que serà la dona més valenta, forta i lliure que el món veurà mai.
Ella, la chica de los ojos azules, de las miradas
traviesas, de la melena rubia cerveza, bailaba “Dancing Queen” sin darse cuenta
de que era, sin ninguna duda, la única reina del baile. Bailaba para dar la
vuelta al mundo. A su mundo. Y os juro que verla, descalza, libre, feliz, era
hechizante.
Ella, la chica de las mil y una noches, la misma
que se dormía viendo pelis y que se avergonzaba cuando le salía un grano,
cantaba; para hacernos felices y para hacerse feliz. No tenía nada que
envidiarle a las estrellas de Broadway. Se aprendía canciones de Green Day para
tarareármelas y hacerme sonreír o repetía, con la misma voz de la gran Amy
Winehouse, el “No, no, no” de “Rehab” para que me sintiera orgullosa de ella. Y
nunca he dejado de estarlo.
Es tan bonita que duele y brilla de forma
especial, como si estrenase zapatos nuevos cada día.
Sigo pensando que es una sirena, que vino del mar
para salvarme. Sus ojos le delatan. O quizás sea un hada, mágica, por
supuesto, ya que cuando me abraza, arregla todas las piezas rotas de mi
interior. Si eso no es magia, entonces, ¿qué es?
Maria Victory Cirer