Concédeme este baile. Hagamos nuestra la canción que guía a todas las parejas de esta sala, las lágrimas de algunas por nunca existir, los llantos de otras por haberlo hecho. Deslumbremos con tus ojos de miel y mi sonrisa de perlas, y cuando todos estén alerta a cada uno de nuestros movimientos, esos que han apresado la fijación de sus miradas, vayámonos dejándolos con las ganas. Cenemos en el bar de la esquina, ¿por qué no?, emborrachémonos, somos jóvenes. Esta noche es nuestra, que brillen nuestras risas y no nuestras lágrimas. Brindemos por el principio de un camino del que no conocemos el final. Está bien, entiendo que hoy no pueda acompañarte a dentro de tu casa, pero volveremos a quedar, ¿verdad?
Ya
sé que es sólo un paseo, pero he visto tu mano al lado de la mía y no
he podido contenerme. Sígueme a través de la calle, que a nuestros ojos
semeja el universo al ser cruzado por dos almas a punto de estallar de
felicidad. Sentémonos a tomar el helado en ese banco desgastado. Déjame
acercarme a ti y robarte uno de esos por los que me tienes loco. Vayamos
al cine, pasaré el brazo por tus hombros, quizá después nos apetezca
salir a cenar. Dejemos atónitos a los pobres que alguna vez pudieron
llamarse enamorados, que ven reflejado su corazón en nuestros rostros,
que envidian nuestras manos luchando por liberar las suyas de sus
cadenas. Te acompañaré a casa, es mejor que no andes sola a estas horas.
Vamos, no me dejes en la puerta, sé que no puedes resistirte a esta
sonrisa.
Tus
labios en mi piel son el mejor despertador, pero debo irme antes de que
alguien note mi ausencia. Vamos, sé que estás deseando decirlo, esas
dos palabras se te acumulan en la garganta y me cortan la respiración;
no dejes que se las lleve el viento, grítalo: te quiero. Acompáñame hoy a
cenar, he oído sobre un sitio perfecto para nosotros. Y hablemos, de
paso, sobre lo bien que estamos juntos, sobre lo espaciosa que es tu
casa, sobre la ausencia de ningún compañero de piso.
No
te preocupes si no le acabas de gustar a mi madre, al final te acabará
cogiendo cariño. Ayúdame a meter esta caja en el coche, y arranquemos ya
hacia una nueva vida juntos, durmiendo en la misma cama, comiendo en la
misma mesa, soñando la misma vida.
¿Recuerdas
aquel bar de la esquina? Sé que hace mucho que no lo hacemos, pero
salgamos hoy a cenar. Esta noche tus ojos me recuerdan a aquellos del
primer día, a los que les prometí la Luna sin saber que esta ya había
bajado para mí. ¿Qué te parece si mientras traen el postre me arrodillo?
Sí, el anillo es para ti, y te queda fantástico.
El
blanco te sienta increíble. Vamos, dame ese beso para sellar el sobre
que contiene nuestra próxima vida. Viajemos, bailemos, hagamos más
locuras de las que ya nos caracterizan. Ahora empieza todo.
Claro
que te quiero, pero comprende que tengo mucho trabajo, y nuestras
discusiones me estaban desconcentrando; sólo es un moratón, no montes
una escena por eso. Te lo compensaré esta noche.
A
mí también me parece preciosa la hija de tu hermana, y no es tan mala
esa idea, podríamos intentarlo; aún somos jóvenes; podremos con todo.
Vaya, siento muchísimo lo de tu padre, pero tranquila, yo estoy aquí, no
dejaré que te ocurra nada.
Deja
de llorar, es una niña preciosa, con los ojos de su madre. Mira cómo se
ríe, parece que tuviera mi sonrisa. No grites, o la despertarás. Me
estás obligando a callarte, yo sólo quiero lo mejor para ti y para ella.
Vamos, no pongas esa cara, tú misma te lo buscaste.
Mírala,
ha dicho su primera palabra. Ya sabe ponerse en pie ella sola, ayúdala a
caminar. ¿Qué son esos papeles, por qué no me lo habías consultado
antes? No nos vamos a divorciar, estamos perfectamente, déjame besarte.
No llores más y cierra la puerta, no quiero que la niña oiga lo que tú
misma has provocado.
Ya
he dejado a nuestra hija en el colegio. Mira lo que te he traído, es un
collar. Sabía que te gustaría. Ahora ya puedes volver a pensarte lo de
los papeles con tranquilidad, ¿verdad?
Deja
de mirarte al espejo compadeciéndote de ti misma. Todos hemos recibido
golpes merecidos en nuestra vida, no es culpa mía si tú te los mereces
más que nadie. Vamos, no me hagas esto, me estás obligando otra vez.
Han
llamado del instituto de nuevo. Mira cómo has criado a tu propia hija,
cómo ha salido. Tendrás que ir a hablar con el director, yo estoy muy
ocupado con el trabajo.
Hoy
nuestra hija ha tenido su primer baile de fin de curso. Entrará en la
universidad el año que viene. ¿Recuerdas el nuestro, cuando te pedí un
baile, cuando salimos a cenar, cuando decidimos crear nuestra vida
juntos? ¿Recuerdas cuando te prometí quererte siempre, estar por siempre
juntos, que a nuestro lado las corcheas se sentirían separadas, los
días solitarios? ¿Lo recuerdas? Vamos, contesta, sé que lo recuerdas,
¿verdad, cariño? ¿Dónde estás? ¿Qué haces ahí colgada? ¿Por qué has
tirado la silla? Cariño, dime que estás bien.
Dímelo.
Sofía Santos
Galicia
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