Ya la
estoy mirando otra vez. Sentada en la repisa de la ventana, con las estrellas a
mi alrededor y la oscuridad fluyendo en mis pensamientos. Esta vez se me ha ido
la mirada, yo no quería. Yo no (te) quería.
Aquí
fuera sigue haciendo frío, incluso más que el calor helante que siento bajo las
sábanas de una cama en la que siempre estuvo presente tu ausencia. Entro y
cierro la ventana, pero su luz se sigue colando entre los huecos de las
persianas. Y sé que esta será otra noche más sin dormir. Así que salgo de nuevo
y esta vez no la busco a ella, la paso por alto y encuentro algo que me
pertenece. Algo que está tan lejos, tan alta, tan sola,
tan mía.
Y la
diferencia entre nosotras es que ella todavía brilla.
Reconduzco
mi vista hacia la reina de la noche. Ahora me devuelve la mirada, pero la de
unos ojos que no son los míos. Y te siento,
-lo
siento.-
"Sólo
ella puede devolvértelas", y esta vez no sólo me refiero a las ganas de
vivir.
Parece
que está más radiante ahora que la miras, o quizá sólo sea el brillo de tus
ojos, que aumenta al verla tan llena esta noche, tan inmensa. Quizá la música en este silencio sean los latidos de tu
corazón, que se aceleran al sentirla tan cerca de ti, pero tan lejos de tu
cuerpo. Quizá ella sea tu música.
Una nube
se desliza silenciosa por el cielo. Me obligo a recordar por qué la estoy
mirando, y te echo; las culpas,
y de
menos.
Sofía Santos
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