Ruido. Hubo ruido en cada puto lunar de su cuerpo. En nuestros labios, violentos, fúnebres carcajadas. Ruido en miradas, en su mar chocando con mi tierra, rodeando sus pupilas.
Sordos. Cayendo, o quizá volando. Entre estrellas, cegando nuestros oídos de madrugada, con sonrisas adyacentes al corazón. Y sonaba tan rápido como triste, agresivo, rompiéndose a cada respiración en la que no estaba, bombeando la sombra de nuestro barco en un océano errante, esperando,
esperanza,
con la música de las olas, y deseos guiando su rumbo.
Creando truenos con cada muro que saltábamos para acercarnos. Oyendo cada paso con el que no lograba alcanzarte. Lanzando gritos a la Luna, que nunca parecía escuchar. Arañando gargantas con nuestros nombres. Desgañitando entrañas sin tus presencias. Aullando, sin querer quererte. Y gritando, vociferando, chillando, provocando. Doliendo, dañando, jodiendo y fallando. Hablando, callando, queriendo,
-o amando-. Creando, imaginando, un mundo (pero a tu lado). Haciendo una guerra de cada una de nuestras noches. Disparando, peleando, combatiendo, enfrentando, luchando, batallando.
Alto el fuego.
Y, ahora, silencio.
Escritos publicados por los ganadores de la 55ª edición del concurso de Jóvenes Talentos de Relato Corto de Coca Cola (y por los ganadores del concurso en gallego, catalán y euskera), gracias por visitarnos.
lunes, 18 de febrero de 2019
domingo, 13 de enero de 2019
Droga Onírica
Comenzó a andar, con paso nervioso y los ojos puestos en sus
zapatos. Sin destino, solo quería andar. No hay nadie en la calle pero se
siente observado, se encoje y esconde la mirada ante su propio reflejo. Poco a
poco cobra un paso firme, huele la determinación
en la indeterminación, y mira hacia
adelante.
No entró porque ya estaba dentro, la mujer sin rostro
pregunto una vez más.
- - ¿la certidumbre de lo falso?
- - La falsedad de lo cierto
Silenciosamente introdujo los datos en su blanquísimo ordenador.
La mujer sin rostro se le acerco, se puso de puntillas, y le dio un beso corto y profundo, con su boca
inexistente. La dio las gracias y continúo.
Se llevo la mano al pecho, de este brotaba vino. Con la yema
del dedo acaricio su tacto, era suave y limpio pero también duro y tosco, era
tangible e intangible, lo era todo, menos efímero, y ahora era suyo.
Se sumergió, nado entre las nubes y planeo el fondo del océano, aprendió de
reyes sin reino y huyo de reinos sin reyes, ahorco a las moiras con su propio
hilo, se enamoro de la juventud y exilio al tiempo, amo y perdió.
Al fin, se aproximo a él, lentamente, sin prisa, sosegado. Con
alivio puso su mano en su hombro y el se volvió, se miro a si mismo, contemplo
sus propios ojos y en ellos vio su alma,
un reflejo infinito de si mismo baila en su iris, se encontró con si mismo.
Alargo la mano y la estiro para llegar a rozarse, su sinónimo movió sin ganas
un dedo, y por un momento se tocaron.
Salió pero antes ya estaba fuera, caminaba nervioso y con la
cabeza gacha, huyendo de su propio reflejo. Sin destino, solo quería caminar,
para encontrarla de nuevo, atrapado en su sempiterna búsqueda, por la inspiración.
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