Ruido. Hubo ruido en cada puto lunar de su cuerpo. En nuestros labios, violentos, fúnebres carcajadas. Ruido en miradas, en su mar chocando con mi tierra, rodeando sus pupilas.
Sordos. Cayendo, o quizá volando. Entre estrellas, cegando nuestros oídos de madrugada, con sonrisas adyacentes al corazón. Y sonaba tan rápido como triste, agresivo, rompiéndose a cada respiración en la que no estaba, bombeando la sombra de nuestro barco en un océano errante, esperando,
esperanza,
con la música de las olas, y deseos guiando su rumbo.
Creando truenos con cada muro que saltábamos para acercarnos. Oyendo cada paso con el que no lograba alcanzarte. Lanzando gritos a la Luna, que nunca parecía escuchar. Arañando gargantas con nuestros nombres. Desgañitando entrañas sin tus presencias. Aullando, sin querer quererte. Y gritando, vociferando, chillando, provocando. Doliendo, dañando, jodiendo y fallando. Hablando, callando, queriendo,
-o amando-. Creando, imaginando, un mundo (pero a tu lado). Haciendo una guerra de cada una de nuestras noches. Disparando, peleando, combatiendo, enfrentando, luchando, batallando.
Alto el fuego.
Y, ahora, silencio.
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