lunes, 11 de diciembre de 2017

«Ven»

Now I'm breaking at the bridges 
and at the end of all your lines

Ven, como declaración de intenciones. Porque yo no me atrevo a decirte que todavía te quiero y tú ya no eres el valiente de los dos. Porque tú eres un mentiroso y a mí siempre me han gustado los titiriteros.  

Todas las canciones llevan ahora tu nombre. Nunca llegué a ser revolución porque no toqué tus labios. Ven, porque sé que no te gusta perder y yo voy a lograr que pierdas la cabeza por mí. (Tranquilo, sólo pasearé por ella) (de vez en cuando) (todas las veces que creas oír mi nombre en las aceras).

Vago sola, me muero de sed y tus ojos son un oasis en medio del desierto. Tu hogar siempre será el mar porque éste te lleva al mío. Ven, dime en quién piensas. Eres la alevosía de todos mis adjetivos, pero sobretodo eres un egoísta y un niño pequeño.  

(Pero yo siempre cumpliría todos tus caprichos, ven).

viernes, 1 de diciembre de 2017

Vida

Oigo el sórdido son de la resaca, y las olas abrazan suavemente mi cuerpo,  me arrastran. Cierro los ojos y bailo con ellas, bailamos al ritmo de la vida, hasta que la música cesa. Agua.


Natalia Vingut

miércoles, 15 de noviembre de 2017

El precio

El precio de vivir,
el precio de soñar,
el precio de seguir...
Es lo que cuesta morir,
despertarse
tropezar...

Esta vez si. 
Estoy perdido
y no te tengo aquí.

Ya no siento frío. Ni calor. Sólo quiero dormir. Sólo quiero soñar otra vez... sólo quiero despertar...    y verte junto a mi.

Si me encuentras, hazme resurgir.
O sigue tú por mi.

martes, 1 de agosto de 2017

Estrellas y otros sueños rotos





Ya la estoy mirando otra vez. Sentada en la repisa de la ventana, con las estrellas a mi alrededor y la oscuridad fluyendo en mis pensamientos. Esta vez se me ha ido la mirada, yo no quería. Yo no (te) quería.
Aquí fuera sigue haciendo frío, incluso más que el calor helante que siento bajo las sábanas de una cama en la que siempre estuvo presente tu ausencia. Entro y cierro la ventana, pero su luz se sigue colando entre los huecos de las persianas. Y sé que esta será otra noche más sin dormir. Así que salgo de nuevo y esta vez no la busco a ella, la paso por alto y encuentro algo que me pertenece. Algo que está tan lejos, tan alta, tan sola,
tan mía.
Y la diferencia entre nosotras es que ella todavía brilla.
Reconduzco mi vista hacia la reina de la noche. Ahora me devuelve la mirada, pero la de unos ojos que no son los míos. Y te siento,
-lo siento.-
"Sólo ella puede devolvértelas", y esta vez no sólo me refiero a las ganas de vivir.
Parece que está más radiante ahora que la miras, o quizá sólo sea el brillo de tus ojos, que aumenta al verla tan llena esta noche, tan inmensa. Quizá la música en este silencio sean los latidos de tu corazón, que se aceleran al sentirla tan cerca de ti, pero tan lejos de tu cuerpo. Quizá ella sea tu música.
Una nube se desliza silenciosa por el cielo. Me obligo a recordar por qué la estoy mirando, y te echo; las culpas,
y de menos.

Sofía Santos

miércoles, 12 de julio de 2017

"No le des tantas vueltas a las cosas".
"Piensa más en ti".
"Siempre eres feliz".
"Has cambiado".
"Ya no".
"Es por ella".
"Se han olvidado de ti".
"Seguro que te quiere".
"No me importa".
"Esta canción me recordaba a ti".
"No llores".
"Antes confiabas más en las personas".
"Déjame".
"No seas así".
"Exageras".
"Te quiero".
Y otras mil maneras de morir poquito a poco.


                               Maria Victory Cirer

domingo, 21 de mayo de 2017

No cruzar las vías.



~Yo he crecido cerca de las vías y por eso sé que la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren~ 
                                                                                                                  Fito.


Al bajarme de tu tren, sentí el vacío que había sentido durante toda mi vida concentrado en tres pasos en los que el alma me pesaba más que mi propio cuerpo.

-"No es justo. ahora te besaría." - Me dijiste con voz suave.

-"Pero eso tampoco sería justo. Para ninguno de los dos"- Pensé.

Cuando bajé del vagón, sólo podía pensar en nuestro último abrazo, en el que te pedí que no me soltases, aunque, sabía que no podría ser. Tú me soltaste y yo me bajé del tren. Una vez en el andén, me di la vuelta para verte por última vez asomada a la ventanilla, mirándome con esos ojos que hablan y dicen más que las propias palabras.

Por mi mente pasó entonces el recuerdo de los dos sentados en el borde de una fuente. Allí, tú me preguntaste: "Si pudieras cambiar algo de tu vida sin cambiarte a ti, ¿qué cambiarías?"

La respuesta me resultó sencilla: -"No haberla conocido"

Entonces tú sólo asentiste con la cabeza y mirando al frente dijiste: -"Yo también"

En ese momento los dos nos quedamos en silencio. Un silencio que acompañado por el ruido de Madrid ya anochecida, nos hizo imaginar nuestras vidas cambiando un sólo detalle que, a ojos de cualquier otro, podría parecer insignificante. Los dos, sin quererlo, reparamos en lo mismo.

-"Estaría contigo."

-"Lo hemos pensado los dos, pero yo no me atreví a decirlo en voz alta"- Te confesé.

Tú me lanzaste una sonrisa cansada, y cabeceaste en lo que parecía un gesto de asentimiento que no llegó a terminarse.

De pronto, volví en mí. El tren ya se había ido, contigo dentro. Estaba sólo con mis recuerdos.

"No cruzar las vías"- Leí en un cartel.

"Debería haberlas cruzado"- Me dije.
Y me monté en mi propio tren.



                                                                                                                                   José J. Granados.



domingo, 9 de abril de 2017

"Memoriae"


Aquel niño sostenía la hoz que su padre le había entregado antes de su marcha para que trabajara en el campo mientras regresaba. Pero el niño no era capaz de moverse. Sólo podía mirar la hoz fijamente.

De pronto la voz de una niña le despertó de su sueño.

-hola.-le dijo la niña.

-hola.-consiguió articular él.

-¿qué haces?- preguntó la niña.

El chico no pudo hacer otra cosa que alzar la vista para mirarla por primera vez. Reparó en su pelo, oscuro pero brillante como un rayo de luna en una noche oscura. Su piel era pálida, sus labios rosados y su voz limpia, casi etérea. Sin embargo lo que cautivó al chico no fue su voz, ni su piel, ni su sonrisa. Lo que atrajo de verdad la atención del chico fue su mirada. Una mirada que te traspasaba por dentro. Que le hizo parecer desnudo. Era una mirada profunda, tanto que había una tristeza perdida en esa profundidad casi imperceptible, pero existente.

-Sólo miro. Es la hoz de mi padre.

-Vaya. Y… ¿Dónde está tu padre?

En ese momento al chico se le cayó el alma al suelo. El corazón le dio un vuelco y sólo quería echarse a llorar, aunque por supuesto no lo hizo. Sólo miró a la niña que parecía tener su misma edad intentando explicarse el por qué de que esa pregunta hubiera llegado tan al fondo de su corazón. Otras personas ya le habían hecho esa pregunta antes, pero siempre había podido controlar sus emociones. ¿Por qué viniendo de ella parecía que una lanza le hubiese atravesado el pecho y se hubiera quedado atravesándole?

-Eh… yo…

Entonces, el chico se levantó y corrió a la granja de su madre. Se sintió como un auténtico cobarde, pero hubiera sido peor proseguir con esa conversación.

Al llegar a casa le preguntó a su madre por la chica que vivía en la parcela vecina, y su madre sólo negó con la cabeza y suspiró. “Su padre también se fue” pensó el chico. Y se sintió como un auténtico imbécil. Sólo subió a su cuarto, y durante las siguientes semanas, esa chica estuvo dentro de su mente sin querer salir. Cada noche antes de dormir pensaba en ella. Cada día al trabajar. Cada noche que miraba la Luna. Pero no volvió a verla… al menos en un tiempo.
 

 

Axael abrió los ojos de golpe. Sus alas se desplegaron en cuestión de milésimas de segundo. No sabía cuánto había estado dormido, pero ahora, en la oscuridad de esa celda, encadenado, empezaba a recordar una vida que parecía ser real. Esta vez si.

“Empiezo a recordarte.”

José J. Granados

miércoles, 8 de marzo de 2017

I


I; gràcies per deixar-me formar part de tu. T'estim. Feliç 8 de març a la que serà la dona més valenta, forta i lliure que el món veurà mai.

Ella, la chica de los ojos azules, de las miradas traviesas, de la melena rubia cerveza, bailaba “Dancing Queen” sin darse cuenta de que era, sin ninguna duda, la única reina del baile. Bailaba para dar la vuelta al mundo. A su mundo. Y os juro que verla, descalza, libre, feliz, era hechizante.
Ella, la chica de las mil y una noches, la misma que se dormía viendo pelis y que se avergonzaba cuando le salía un grano, cantaba; para hacernos felices y para hacerse feliz. No tenía nada que envidiarle a las estrellas de Broadway. Se aprendía canciones de Green Day para tarareármelas y hacerme sonreír o repetía, con la misma voz de la gran Amy Winehouse, el “No, no, no” de “Rehab” para que me sintiera orgullosa de ella. Y nunca he dejado de estarlo.
Es tan bonita que duele y brilla de forma especial, como si estrenase zapatos nuevos cada día.
Sigo pensando que es una sirena, que vino del mar para salvarme. Sus ojos le delatan. O quizás sea un hada, mágica, por supuesto, ya que cuando me abraza, arregla todas las piezas rotas de mi interior. Si eso no es magia, entonces, ¿qué es?

Maria Victory Cirer

domingo, 5 de marzo de 2017

Miró

Miró hacia abajo.
"¿¡Por qué!?"
"´Porque me lo pediste-dijo mirando a los ojos llenos de ansia- a mi me da igual".

Miró hacia adelante.
"¡¿Cuándo?!"
"Antes del siguiente, después del anterior"- mirando a los ojos que el pánico llenaba.

Miró hacia arriba.
La piedrecilla cayó entre sus dos ojos.
"¿Ves?- le gritó, mirando con ojos que reflejaban la muerte- ¡es su culpa!"

Pestañeó.
Sus ojos estaban blancos.

La piedrecilla se resbalo y cayó. No tuvo otra opción que resbalarse y caer detrás de ella.




-BB

martes, 28 de febrero de 2017

Miel y perlas


Concédeme este baile. Hagamos nuestra la canción que guía a todas las parejas de esta sala, las lágrimas de algunas por nunca existir, los llantos de otras por haberlo hecho. Deslumbremos con tus ojos de miel y mi sonrisa de perlas, y cuando todos estén alerta a cada uno de nuestros movimientos, esos que han apresado la fijación de sus miradas, vayámonos dejándolos con las ganas. Cenemos en el bar de la esquina, ¿por qué no?, emborrachémonos, somos jóvenes. Esta noche es nuestra, que brillen nuestras risas y no nuestras lágrimas. Brindemos por el principio de un camino del que no conocemos el final. Está bien, entiendo que hoy no pueda acompañarte a dentro de tu casa, pero volveremos a quedar, ¿verdad?
Ya sé que es sólo un paseo, pero he visto tu mano al lado de la mía y no he podido contenerme. Sígueme a través de la calle, que a nuestros ojos semeja el universo al ser cruzado por dos almas a punto de estallar de felicidad. Sentémonos a tomar el helado en ese banco desgastado. Déjame acercarme a ti y robarte uno de esos por los que me tienes loco. Vayamos al cine, pasaré el brazo por tus hombros, quizá después nos apetezca salir a cenar. Dejemos atónitos a los pobres que alguna vez pudieron llamarse enamorados, que ven reflejado su corazón en nuestros rostros, que envidian nuestras manos luchando por liberar las suyas de sus cadenas. Te acompañaré a casa, es mejor que no andes sola a estas horas. Vamos, no me dejes en la puerta, sé que no puedes resistirte a esta sonrisa.
Tus labios en mi piel son el mejor despertador, pero debo irme antes de que alguien note mi ausencia. Vamos, sé que estás deseando decirlo, esas dos palabras se te acumulan en la garganta y me cortan la respiración; no dejes que se las lleve el viento, grítalo: te quiero. Acompáñame hoy a cenar, he oído sobre un sitio perfecto para nosotros. Y hablemos, de paso, sobre lo bien que estamos juntos, sobre lo espaciosa que es tu casa, sobre la ausencia de ningún compañero de piso.
No te preocupes si no le acabas de gustar a mi madre, al final te acabará cogiendo cariño. Ayúdame a meter esta caja en el coche, y arranquemos ya hacia una nueva vida juntos, durmiendo en la misma cama, comiendo en la misma mesa, soñando la misma vida.
¿Recuerdas aquel bar de la esquina? Sé que hace mucho que no lo hacemos, pero salgamos hoy a cenar. Esta noche tus ojos me recuerdan a aquellos del primer día, a los que les prometí la Luna sin saber que esta ya había bajado para mí. ¿Qué te parece si mientras traen el postre me arrodillo? Sí, el anillo es para ti, y te queda fantástico.
El blanco te sienta increíble. Vamos, dame ese beso para sellar el sobre que contiene nuestra próxima vida. Viajemos, bailemos, hagamos más locuras de las que ya nos caracterizan. Ahora empieza todo.
Claro que te quiero, pero comprende que tengo mucho trabajo, y nuestras discusiones me estaban desconcentrando; sólo es un moratón, no montes una escena por eso. Te lo compensaré esta noche.
A mí también me parece preciosa la hija de tu hermana, y no es tan mala esa idea, podríamos intentarlo; aún somos jóvenes; podremos con todo. Vaya, siento muchísimo lo de tu padre, pero tranquila, yo estoy aquí, no dejaré que te ocurra nada.
Deja de llorar, es una niña preciosa, con los ojos de su madre. Mira cómo se ríe, parece que tuviera mi sonrisa. No grites, o la despertarás. Me estás obligando a callarte, yo sólo quiero lo mejor para ti y para ella. Vamos, no pongas esa cara, tú misma te lo buscaste.
Mírala, ha dicho su primera palabra. Ya sabe ponerse en pie ella sola, ayúdala a caminar. ¿Qué son esos papeles, por qué no me lo habías consultado antes? No nos vamos a divorciar, estamos perfectamente, déjame besarte. No llores más y cierra la puerta, no quiero que la niña oiga lo que tú misma has provocado.
Ya he dejado a nuestra hija en el colegio. Mira lo que te he traído, es un collar. Sabía que te gustaría. Ahora ya puedes volver a pensarte lo de los papeles con tranquilidad, ¿verdad?
Deja de mirarte al espejo compadeciéndote de ti misma. Todos hemos recibido golpes merecidos en nuestra vida, no es culpa mía si tú te los mereces más que nadie. Vamos, no me hagas esto, me estás obligando otra vez.
Han llamado del instituto de nuevo. Mira cómo has criado a tu propia hija, cómo ha salido. Tendrás que ir a hablar con el director, yo estoy muy ocupado con el trabajo.
Hoy nuestra hija ha tenido su primer baile de fin de curso. Entrará en la universidad el año que viene. ¿Recuerdas el nuestro, cuando te pedí un baile, cuando salimos a cenar, cuando decidimos crear nuestra vida juntos? ¿Recuerdas cuando te prometí quererte siempre, estar por siempre juntos, que a nuestro lado las corcheas se sentirían separadas, los días solitarios? ¿Lo recuerdas? Vamos, contesta, sé que lo recuerdas, ¿verdad, cariño? ¿Dónde estás? ¿Qué haces ahí colgada? ¿Por qué has tirado la silla? Cariño, dime que estás bien.
Dímelo.
Sofía Santos
Galicia