domingo, 13 de enero de 2019

Droga Onírica


Comenzó a andar, con paso nervioso y los ojos puestos en sus zapatos. Sin destino, solo quería andar. No hay nadie en la calle pero se siente observado, se encoje y esconde la mirada ante su propio reflejo. Poco a poco cobra un paso  firme, huele la determinación en la indeterminación,  y mira hacia adelante.

No entró porque ya estaba dentro, la mujer sin rostro pregunto una vez más.

-        -  ¿la certidumbre de lo falso?

-         -  La falsedad de lo cierto

Silenciosamente introdujo los datos en su blanquísimo ordenador. La mujer sin rostro se le acerco, se puso de puntillas, y  le dio un beso corto y profundo, con su boca inexistente. La dio las gracias y continúo.

Se llevo la mano al pecho, de este brotaba vino. Con la yema del dedo acaricio su tacto, era suave y limpio pero también duro y tosco, era tangible e intangible, lo era todo, menos efímero, y ahora era suyo.

Se sumergió, nado entre las nubes  y planeo el fondo del océano, aprendió de reyes sin reino y huyo de reinos sin reyes, ahorco a las moiras con su propio hilo, se enamoro de la juventud y exilio al tiempo, amo y perdió.

Al fin, se aproximo a él, lentamente, sin prisa, sosegado. Con alivio puso su mano en su hombro y el se volvió, se miro a si mismo, contemplo sus propios ojos  y en ellos vio su alma, un reflejo infinito de si mismo baila en su iris, se encontró con si mismo. Alargo la mano y la estiro para llegar a rozarse, su sinónimo movió sin ganas un dedo, y por un momento se tocaron.


Salió pero antes ya estaba fuera, caminaba nervioso y con la cabeza gacha, huyendo de su propio reflejo. Sin destino, solo quería caminar, para encontrarla de nuevo, atrapado en su sempiterna búsqueda, por la inspiración.