martes, 28 de julio de 2015

Si no tuviera.

Si no tuviera una cadena que limita mis movimientos, podría alcanzar el sueño de amar. De cogerte de la mano sin miedo y recorrer contigo el mundo sin que nadie nos moleste. De perderme en tus ojos y decirte que te quiero, que no puedo pasar ni un día sin ti.
Si no tuviera pánico a escuchar tu respuesta, sería capaz de gritar en nuestros silencios que te amo. De saltar la barrera que nos separa, que condiciona todo lo que siento por ti. Me impondría a cualquier adversidad si supiera que tu corazón dice lo mismo que el mío.
Si no tuviera razón al creer que lo nuestro no es que sea imposible, es que solamente es imposible. Pensaría que dos más dos pueden ser cinco y que los globos también vuelan sin helio.
Que las gaviotas saben vivir lejos del mar y que las nubes lloran porque no las dejan ver el sol.
Si no tuviera un secreto en el que me dedicara a esconder lo que siento, escribiría en tus sábanas mi pensamiento. Anotaría cada dictado en tus labios e imaginaría que cada beso es el mejor que has dado nunca.
Dibujaría una línea infinita en tu espalda que hiciera que me perdiera en lo más profundo de tu horizonte.
Si no tuviera tantas ganas de quererte, abandonaría esa idea en un instante. En realidad, moriría si ya no me quedaran ganas de quererte.

sábado, 25 de julio de 2015

"Oblivion"

-¿Dónde estoy...?
-No tiene localización física, sólo la que tú puedas o quieras darle.
-¿Quién eres?
-Tampoco soy alguien como tal. Soy yo, soy tu, soy quien quieras que sea.
-Vale, ¿qué hago aquí?
-Solo llega hasta aquí la gente que tiene que llegar aquí. Cometiste un grave error y yo estoy aquí para reconducirte.
-¿Un error?¿Qué error?
-Amar a quien no debías amar.
-¿Se puede castigar por eso?
-Así es. Sin embargo deduzco por tu mirada que no sabes lo que te va a ocurrir.
-Pues no, ni siquiera me acuerdo de mi nombre...
-Estás aquí porque amaste al único ser prohibido para los humanos y descubriste su verdadera identidad.
-Antes de condenarme... ¿Podrías explicármelo? Todo, desde el principio.
-Naturalmente. Fuiste un hombre de carácter neutral que estuvo en el momento equivocado en el sitio equivocado y conoció al ser equivocado. Por tanto serás condenado, ya que no podemos permitirle a ese ser ni un simple despiste o distracción. Además eres mortal. Serás castigado con la pena eterna del fuego y la ira. No fuiste un hombre malo pero tampoco bueno, así que podemos mortificarte enviándote al inframundo para el resto de la eternidad. Allí se te aplicará el castigo y se te informará de tu cargo en las puertas del fuego.

-Amé...
Ahora empiezo a recordar...
Era de noche...
Una laguna...
Un destello blanco y...
Oh, no. Ella era la muer...
-La ineludible. La Muda, La Cierta, La Triste, La Pálida... Tiene muchos nombres, todos conseguidos por algo, pero sobre todo se la conoce como La Llorona. Llamarla "La Muerte" es ofenderla, pues la muerte en sí es el fin de la vida, y ella por mucho que lo represente en historia y en acciones, cada vez que es llamada así una espina es clavada en su alma.
-Pues que me disculpe pero... No llegué a amarla, aun pensando que era un ángel... (Creo)
-Ella es un ángel. Se podría decir el último de su clase. Por eso le fué concebida la guadaña y la túnica blanca, aunque muchos se la imaginen negra.
-El concepto de la muerte entre los mortales es... Erróneo entonces... Ella es hermosa, aún siendo su expresión triste y reflejando amargura. Lleva la túnica resplandeciente y unas alas increíblemente grandes. Si me lo hubiera dicho...
-Hubiera sido castigada igual que tu. No le está permitido hablar con mortales. Y ya lo incumplió contigo. Si hubiera hablado mas de la cuenta...
-Es una sombra de lo que un día fué.
-Al igual que tu. Tu nuevo nombre será Axael. Prestarás tus servicios al demonio mayor nada mas llegar o pagarás el doble de tu condena. No podrás volver a contactar con ella y eso pesará sobre ti. Ahora márchate, y que algún Dios se apiade de tu alma, crix. 

No recuerdo mucho más. Pensé que escribirlo sería una buena idea ya que cada vez recuerdo menos y olvido más. Pronto no sabré por qué me condenaron y seré uno más por aquí. Un tiempo después de llegar aquí me explicaron que "crix" significaba "gris".
Ni blanco ni negro. Ni vivo ni muerto. Ni verdadero bien ni verdadero mal. Eso depende de como me veas.
Me llamo Axael. El demonio. El Crix.
Quien fue castigado por amar al Ángel Triste.


José J. Granados (Madrid)

miércoles, 22 de julio de 2015

Por las calles de Barcelona

Las viejas ruedas de su bicicleta avanzaban a la velocidad de la luz por las calles de Barcelona. Su melena castaña rompía todas las reglas de belleza y sus ojos penetraban los míos como una dulce pistola. Nunca había conocido una persona tan loca como él, y eso, me encantaba.

Los peatones nos miraban asustados. Supongo que creían que nos íbamos a matar de un momento a otro. Otros, incluso, miraban divertidos y curiosos, pensando de dónde habían salido esos temerarios. Los coches tocaban el claxon cada dos por tres, pero, en esos momentos, nada importaba. Solamente éramos él y yo, subidos encima de un vehículo que ni tan siquiera podía denominarse bicicleta (los años pasan factura a todo el mundo: personas, animales, bicicletas...).

Justo en ese momento, nos adentramos en un charco de agua de lluvia y nuestros zapatos quedaron empapados. En ese mismo instante, nos vimos reflejados en esa charca. Una gran sonrisa llenaba ambas caras. Él, cuando vio lo bien que me lo estaba pasando, cogió más velocidad. Ahora, no solamente las personas de la calle pensaban que nos mataríamos, sino que a mi también se me pasó esa trágica idea por la cabeza hasta que, él, al notar mis manos temblar sobre sus espaldas, me acarició el muslo suavemente para tranquilizarme. La adrenalina me subió como el humo por dentro de una chimenea, cosa que no entendía. Éramos mejores amigos desde hacía más de dos años, pero pensé que sería cosa de la velocidad a la que íbamos, así que no me preocupé demasiado.

Barcelona era un lugar precioso. No sé porqué me negué y le dí la paliza a mi madre para quedarnos en Mallorca. Supongo que fue culpa de la separación de ella y mi padre, al que, desgraciadamente, no he vuelto a ver. Mi hermano Juan se quedó con él, y yo, al ser más pequeña, con mi madre. Ella me decía que era por cuestiones de trabajo, pero yo supe desde el principio que era por culpa de sus constantes peleas. Cuando llegué a la gran ciudad, capital de Cataluña, no conocía a nadie y no conocí a nadie en mucho tiempo, ya que llegamos durante las vacaciones de verano. Al empezar de nuevo el instituto, le conocí. Él, Nil, fue, desde ese día, mi mejor amigo. Recuerdo aún cuando me hizo una visita turística por Barcelona. Que si Parc Güell, que si Sagrada Família, que si Montjuïc... eso sí, lo que más me gustó fue el Camp Nou... ¡¡¡ Que pasada de estadio!!! Y después hablan del Santiago Bernabeu...

La frenada brusca de Nil me despertó de mis pensamientos. Se ve que la policía nos paró porqué íbamos demasiado rápido. Nil estaba más rojo que un tomate, o, como él dice, como un “tomàquet”. Asentía con la cabeza avergonzado, como un cachorrito asustado. Me gustaba imaginarme la conversación entre él y el policía: un hombre que parecía un armario, con una cara de pocos amigos que no os podéis imaginar. “Sí, señor policía”, “la próxima vez iremos con más cuidado”...
Cuando se fue y Nil subió de nuevo a la bicicleta, nos empezamos a reír. Decidió acompañarme a casa, en lugar de tener que coger el bus, ya que la noche había caído ya sobre nosotros.

En el portal de casa, recordamos todos los buenos momentos que habíamos pasado aquella tarde, y así, sin avisar, Nil me besó. Segundos más tarde, salió corriendo. “Cobarde”, pensé, sonriendo como una boba.

A partir de ese día, Nil y yo... bueno, pero eso ya es otra historia...
 
 
 
                                                                                                Maria Victory Cirer

Cómplices

Aquella tarde volví a encontrármela sentada a la orilla del río más cercana a la gran ciudad, callada. Como siempre, llorando. Lágrimas saladas y desordenadas, que demostraban un inmenso dolor, salían como cascadas de sus grandes ojos pardos. Y como siempre, también las intentaba cubrir dejando su media melena castaña suelta; dándole cierto aire frágil a aquella misteriosa chica.

Varias veces había sentido el impulso de acercarme a ella, conversar y darle un tremendo abrazo que parecía que necesitaba. Y ese impulso de sujetarla entre mis brazos para terminar de romperla y volver a colocarla, completando sus huecos vacíos con algunas de mis piezas, había vuelto a mí en ese momento. Lentamente, me había ido acercando a ella.

Cualquiera habría dicho que jugábamos al perro y al gato, o al gato y al ratón en aquel pequeño río a las afueras del bullicio; siempre cerca, aunque evitándonos.
Hasta yo lo había pensado en más de una ocasión, la luna y el sol. Incluso le había visto un cierto parecido; ella siempre pálida, solitaria, pero a la vez tan grande e iluminando tantas noches, invitando a los monstruos a salir y danzar con ella. Aquella noche decidí quedarme con ella. Bendita noche la de aquel día. Nunca más volví a saber de ella. Pero sus recuerdos, ocultos desde aquella madrugada bajo mi almohada, me susurran su tragedia.

Noche tras noche, esos recuerdos son empujados por los monstruos; sus adiestrados monstruos, hacia mi cabeza. Contándome cada capítulo de su pobre y corta historia, haciendo que sienta todos y cada uno de sus infinitos suspiros, que salían de aquel infierno helado que era aquella máquina latente a un compás a la que ella llamaba "corazón".

Los monstruos, mientras me narran, con pelos y señales cada una de sus lágrimas, van saliendo de debajo de mi cama y se tumban en ella, junto a mí. Enredan sus pequeñas patas en mis rizos y me acarician, se comportan como personas. Y sus historias comienzan a cobrar vida, en las paredes de mi mente. Y la toman a ella como protagonista.  Ellos intentan adivinar también el porqué estaba muerta en vida y el motivo de que ahora esté muerta. Y se deslizan sobre mi cama, columpiándose en mi cabello, jugando con mi mente y bailando con los recuerdos que, despacio, salen también de la almohada y se funden en mi coraza, mi corazón.

Hoy, he llegado a la conclusión de que esos monstruos que me acompañan por las noches, son sus cómplices. Indudablemente, tras verlos llorar antes de caer en los brazos de Morfeo, me han demostrado que también sienten, que quieren cambiar; y me han recordado a personas.

Antes de morir por un rato y reunirme con ella, los cómplices cierran sus ojos y sueñan con una nueva vida, recordando aquellos momentos en los que eran ángeles con las alas rotas, heladas o con un miedo increíble a las alturas que les impedía volar; mucho antes de que quedaran prisioneros convenientes de las pesadillas bajo las camas, haciéndole compañía a El Coco.

Esta noche, los he sentido muy cerca, y no me he sentido tan sólo. Esos pequeños monstruos que han habitado conmigo desde que la conocí, han congeniado con mis complejos, e incluso suelen ir de su mano. Y entonces, he llegado a la teoría de que, aunque aquella chica no lo sabía, no estaba sola. Ni nadie realmente lo está.

martes, 21 de julio de 2015

Oculta

Ahora todos me tachan de "anónimo" o "desconocido". Pero yo realmente sé quién soy.
Él me ha hecho esto. Ha conseguido engatusarme para terminar por esconderme. Ha entrado directo a mi corazón, atravesando fortalezas dañadas, y ha ganado el combate.
Por eso, en parte, odio el amor.
Es, quizá, un sentimiento de cariño y lealtad, pero de alguna forma, ha conseguido ocultarme tras tres míseros números que sólo un escaso par de decenas de personas pueden conseguir descifrar.
A veces siento haberlo hecho, no haber confesado mis sentimientos a tiempo ha sido lo que me ha condenado al anonimato sin una posible vuelta atrás.
Siento cada segundo de aquel día, cada facción de aquel rostro clávandose en mi alma, como las espinas de los peces que el mar cría.
La vida se me viene abajo cuando bajo de las nubes y veo la realidad que me espera; un mundo cruel, donde en muy escasas situaciones el amor es correspondido.
Ahora soy una incógnita para los demás. Una X que despejar y olvidar para siempre.
Pero todo esto ha hecho que me replantee algo.
¿Quién soy realmente?
164

Es curioso



Es curioso 
Cómo nos reunimos
Cómo nos conocimos

Es curiosos
Lo que nos amamos
Lo que nos quisimos

Es curioso
Qué sentimos
Qué cosas hicimos

Es curioso
La forma en la que nos unimos 
gente desconocida
La familia que creamos 
para toda la vida

Fué curioso
Como os quise

Es curioso 
Cómo os quiero

Será curioso
Cómo os querré

                                 
                                                                                    



sábado, 18 de julio de 2015

Si tiene que ser, será

Y bueno, puede que los lunes no sean tan malos ni los domingos tan buenos. Que los malos no sean siempre malos y que los buenos tampoco siempre buenos. Que no hay mal que por bien no venga y que el karma no deja de ser el reflejo de nuestros actos. Puede, que el amor mate y que la ilusion muera. Sé que de siete días a la semana, yo te quiero ocho y también sé que cada pieza de nosotros, tiene otra que la complementa para formar un puzzle.
Que se encajan los dedos entrelazándose y desaparece el mundo.
También he aprendido con el paso del tiempo, que se puede aprender a rozar con la nariz el cielo manteniendo los pies en el suelo. Que existen mil y un tipos de besos, pero que sin amor no sabe ninguno. Que hay personas como plumas, que consiguen hacerte flotar en el cielo con sólo rozarte y que al contrario, hay personas humanas que no demuestran humanidad.
Aprendí a darle más valor a las cartas que a los regalos, a que el olor de una persona no se va de la ropa, que el pintalabios no se va de las camisetas y que los tacones en una fiesta, ya no están en tus pies.
Sé que si tiene que ser, será.
He conseguido volar, viajar a través del tiempo y de tu espalda.
Que un café y un besayuno por las mañanas es el mejor regalo.
Que los abrazos de una persona más alta que tú son los mejores y que todo el mal será compensado algún día.
Me gusta pensar en la idea de qué cada persona, tenga un polo opuesto. O igual, que se atraigan. La idea de que hay una persona diseñada para cada uno. Pienso en la posibilidad de que a esa persona, le gusten los defectos que odias en tí. Y que esa persona, como yo, te quiera de siete días a la semana, ocho.

Ainhoa Navarro 🙈 

Mala puntería

Al despedirte, no evitaste besarme.
Quiero creer que tuviste mala puntería, y que tus labios no acertaron con los míos, pero no puedo. Pum, disparaste, directo al corazón. Mirada con mirada, roce con roce. Mis demonios tropezaron con los tuyos, se enredaron, se liaron. ¡No los desates si no los sabes domar! Bueno, da igual, no se llevan mal.
¿Sabes qué no se llevaría mal tampoco? Tu boca con la mía.

Lástima que tienes mala puntería.

De vez en cuando...

De vez en cuando miro hacia atrás y te veo en aquel sillón.
De vez en cuando miro hacia atrás y recuerdo aquel paseo lleno de paz.
De vez en cuando miro hacia atrás y escucho tu preciosa voz.
De vez en cuando miro hacia atrás y pienso que esto no ha podido acabar.

De vez en cuando pienso en el lugar donde estarás.
De vez en cuando pienso si de mi te acordarás.
De vez en cuando pienso si tu voz la tiene alguien más.
De vez en cuando pienso si me pudiste llegar a amar.

De vez en cuando siento que estás aquí, conmigo.
De vez en cuando siento tu risa sin dejarme respirar.
De vez en cuando siento tu voz que me impide estar dormido.
De vez en cuando siento que de ti nunca me podré olvidar.

De vez en cuando me obligas a recordar.
De vez en cuando no me dejas respirar.
De vez en cuando no te puedo dejar de amar.
De vez en cuando tu recuerdo me vuelve a matar.

De vez en cuando 
Un de vez en cuando
Se convierte
En un constantemente.

José J. Granados (Madrid)

viernes, 17 de julio de 2015

Vivir era mi tortura

morir era mi deseo

Te extraño...


Echo de menos tu risa, clara como los lagos donde nos bañábamos.
Echo de menos tus dedos, que buscaban los míos y no siempre los encontraban.
Echo de menos tu cabello, tan salvaje e indomable como tú.
Echo de menos tus caricias, las suaves y las que no lo eran tanto.
Echo de menos tus ojos, los más inmensos, y verme reflejada en ellos.

Añoro tu tacto, como el del agua en primavera y la nieve en invierno.
Añoro tu sonrisa y la explosión que causaba en mi interior
Añoro tu voz cantando, riendo, llorando...
Añoro tus manos y como se deslizaban por las teclas del piano y por mi pecho.
Añoro tus labios pronunciando mi nombre, tus labios en silencio, tus labios.


Extraño tus sueños, y ahora sueño contigo.
Extraño la duda en tus ojos y la calma en la que se tornaba cuando nos mirábamos.
Extraño tu entusiasmo, tu inspiración y tu creatividad, porque eras como el arte.
Extraño el mar infinito de tu piel, donde nos perdíamos buscando un horizonte.
Extraño tu olor, a bosque y a sal y a seguridad.

Y siento, siento que no lo supe apreciar bastante.

Y dicen que el tiempo lo cura todo, pero, ¿y si lo que necesito curar es el paso del tiempo?
Andrea Moldes

jueves, 16 de julio de 2015

Hasta siempre

Como la fría luz del invierno que se cierne sobre mí y crea un mágico resplandor sobre sus oscuros ojos, en los que fundía mi alma para no separarme nunca de él, su mirada me aislaba del mundo exterior.
Las olas del mar revelaban su nombre, semejando el desparpajo de pájaros alzando el vuelo.
Le observé cautelosamente, fijando mi mirada en sus rasgos, que sugerían una belleza inmune.
Pero su marcha era inevitable, y se me clavaba en el alma como las espinas contenidas en un ramo de rosas.
Mientras una lágrima descendía por mi mejilla, él también sentía lo mismo, pero su tristeza no iba dirigida a mí, y yo lo sabía.
Se despidió de mí y se dirigió hacia la salida, mientras lo contemplaba por la ventanilla, sabiendo que, para él, yo sólo era una piedra en el camino, que, aunque no le dificultaba el paso, olvidaría fácilmente.
Y yo lo sentía más a cada paso que daba.
Pero eso era el amor; adentrarse en un oscuro bosque de sentimientos y alargar la mano para agarrar una mora escondida en un arbusto; esforzarse aún sufriendo el intenso dolor que las espinas producen en la piel para terminar por rendirse, al ver cómo otra mano alcanza antes tu objetivo.
Podía gritar ahora, confiarle mis sentimientos y desahogarme de la presión contenida. Pero, por una reacción instantánea como todas aquellas de las que ahora me arrepiento, decidí no confesarle mi amor por él.
Un amor escondido.
Un amor olvidado.
Pero sobre todo, un amor verdadero.
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miércoles, 15 de julio de 2015

El poder del aprendizaje

He aprendido que con el tiempo nada es lo que parece. El mundo no es todo color de rosas y las personas no son todas como dicen ser. He aprendido que quizás los días fríos me toque pasarlos sola, que las miradas no siempre se buscan, que los labios no siempre se encuentran, que no todo tren llega a su destino y que no siempre es mejor lo más grande, que los detalles marcan la diferencia.

También he aprendido a sentir. Sentir los sentimientos a flor de piel, he sentido que me derrumbaba millones de veces y que nadie estaba allí para cogerme, he sentido soledad en miles de ocasiones y aún así...¿qué? Sigo siendo la misma estúpida que tropieza una y tres mil veces con la misma piedra aunque la vea.

He extrañado  tus declaraciones por medio de textos que parecían infinitos, tus labios acariciando cada milímetro de mi piel, el color penetrante de tus ojos, los días que conseguías hacer cálidos con tan solo un ‘te quiero’…pero ahora ¿qué me queda?

He aprendido a vivir con la distancia. Es complicado sí, pero ¿qué más da? La distancia es sólo el arma de los cobardes, un grito en el vacío y muchas veces la unión de dos sentimientos. No sirve de nada, al final acabará muriendo de envidia cuando nos vea juntos, entonces, ¿por qué preocuparse?
Creo haber conseguido aprender a vivir sin tus besos, sin tus caricias, sin tus susurros, sin la forma en la que me tratabas… en verdad sé que no, pero, ¿por qué me engaño?  A la mierda todo, eres lo que necesito sí, mi día a día.

Habrá días en los que te sientas solo, en los que el sol no salga, en los que el cielo este encubierto por una gran nube que no deja ver las estrellas, en los que el aire no tire a favor de ti, pero, ¿vas a quedarte sentado  viendo como la vida pasa?

Ahora te toca aprender;
A vivir,
A volar,
A querer,
A amar,
Pero sobre todo,
A soñar, porque puede que tus sueños un día se hagan real. No dejes nunca de luchar por lo que de verdad te puede hacer feliz ni dejes escapar a los que más quieres, quizás otro día tengas tiempo de arrepentirte y llorar pero por ahora LUCHA. 

Maider Mendive (La Rioja).

Son esos días...


Son esos días. 

Esos días en los que ni siquiera las nubes pueden cubrir el sol,
                en los que disfrutas cada segundo, efímero y eterno,
                en los que incluso el aire sabe mejor,
                en los que tu canción favorita suena en la radio y te gusta todavía más,
                en los que la hierba hace cosquillas en tus pies descalzos,
                en  los que bailoteas por los pasillos de tu casa a ritmo de una canción invisible,
                en los que escuchas la lluvia golpear en la ventana,
                en los que no suena el despertador y te despiertas con los rayos del sol,
                en los que las olas lamen tus tobillos,
                en los que no tienes que mirar el reloj porque tienes todo el tiempo del mundo,
                en los que podrías ser la persona más feliz del universo. Y lo eres.

Son esos días en los que la vida tiene el privilegio de llamarse vida.
Andrea Moldes (Navarra)

Lo que me quitó el otoño

Porque en otoño los frutos desaparecen, y ya no queda nada.


Y ella era ácida, como una manzana temprana.
Al principio incluso, un poco amarga, parecida a una rodaja de limón
No negaré que también fue dulce, como una caña de azúcar,
cuando se ruborizaba y tornaba roja como las fresas.
Igual que las moras ella pinchaba si te acercabas demasiado,
y como una baya del bosque era capaz de envenenarte, incluso con su aspecto inocente y deslumbrante.
Era también hermosa y desconocida como la fruta del dragón, y como ya he dicho antes, igual de peligrosa.
Era caliente como el chocolate que viene del grano de cacao,
y excitante como la bebida preparada con el grano del café.
Tenía la piel suave como el melocotón, y oscura como la aceituna.
Conseguía emborracharme con las uvas de su pelo, y solía perderme en sus ojos verdes como el kiwi.
Sus pendientes, colgaban igual que cerezas maduras del árbol de la sakura, amenazando con caer de un momento a otro.
Bailaba salsa como el guacamole, haciéndome quedar como un simple aguacate.
Tenía cientos de ideas y proyectos agrupados y agobiados, cualquiera confundiría su cabeza con una granada.
Decía que le gustaba el mar porque era del tono azul de los arándanos, y amaba cada ola y su espuma blanca hecha con leche de coco.
Adoraba el sol, que en verano es bastante naranja, y ponerse aún más morena.
Me hizo ver más allá, como si fuera una zanahoria,
y me dio energía y ganas de volar como una jugosa sandía bajo el sol de verano.
Y aunque me encontré muchas pepitas,
y aunque para encontrar su corazón tuve que ir capa por capa como si fuera una cebolla,
descubrí que más tierna era cuanto más la probaba,
más almibarada cuanto más la recordaba,
y más inusitada cuanto más lo pensaba.


Pero porque en otoño los frutos desaparecen, ya no queda nada.
Y todo perdí, por no saber recuperarla.


Omar García

martes, 14 de julio de 2015

2+2=pez

A Maider y a Amanda; que fueron las primeras que conocí, las primeras que me acogieron, con las que más congenié y reí y a las que más aprecio les cogí.
A Omar; el payaso triste que tanto me hizo reír y me demostró que podía coger tanto cariño en tan poco tiempo y el que se ganó mi total confianza.
A Mario y a Gerardo; mis guías, compañeros de guagua y de risas y a los que también cogí muchísimo cariño.
A Teresa, Andrea, Natalia, Anell, Sofía y María's; las que no llegué a conocer tanto pero me demostraron ser increíbles, muy divertidas, geniales y muy entrañables, (además de ser muy sentimentales en las despedidas).
A Pablo, José, Oliver y Beñat; no os llegué a conocer tanto como me hubiera gustado, pero me hicisteis pasar muchísimas anécdotas inolvidables, como ustedes.
A Georgina, Pau y Patricia; una lástima que os fuerais antes de tiempo, me parecisteis estupendos y muy simpáticos al hablar con ustedes.
A María y Paloma; ¡las mejores monitoras (y confidentes, Paloma me entiende) que he tenido, y un placer haberos conocido!

Os quiero mucho, a algunos más que a otros, pero aún así, muchísimo. Espero impaciente volver a veros;
Ainhoa

Amadeus


                                                                  Londres, jueves 13 de Abril de 1987
 



A mi mejor amigo,

Recuerdo aún cuántas horas pasamos juntos. Recuerdo aún el tacto de tu piel, el dulce sonido de tu voz. Recuerdo aún, el tiempo que estuvimos sentados, unidos, como si solo fuésemos uno, perdiendo la noción del tiempo. Lo que no alcanza a entender mi memoria, y apuesto a que es el paso de los años, es, qué diablos ocurrió. Eras mi mejor amigo. El único que sabía escucharme, entender mis sentimientos y hacerlos tuyos. Simplemente, eras tú.

Creían que estaba loco. Decían que hacer lo que hacía era para encerrarme en un manicomio, y aquí estoy. “Michael, ¿ya vuelves a hablar solo?.” “Ese amigo tuyo no existe”. “Amadeus es cosa de tu imaginación”. Odiaba esas frases. Las palabras de la gente, que en teoría me querían, siguen  disparándose en mi cabeza. ¡Insensibles! “La envidia es muy mala”, les respondía yo. Risas, risas malignas que, poco a poco, iban rompiendo mi delicado corazón. Y, gracias a ellos, gracias a esos idiotas que solo pretendían hacerme daño, estoy aquí. ¡Malditos besugos!. Les odio. Cuando salga de
esta cárcel, me las pagaran.

Amadeus, no sabes cuánto te hecho de menos. Necesito que vuelvas. Necesito que me saques de aquí. Que me ayudes a convencer a todos que estoy bien. Mejor dicho, a demostrar que estoy bien. “Michael, tú no estás bien, necesitas atención médica”. ¡Pamplinas! Yo lo único que quiero es tenerte aquí, como en los viejos tiempos.

¿Recuerdas ese día? ¿Recuerdas el primer día en qué nos vimos? Oh, que felices éramos en aquel entonces. Ambos éramos jóvenes, o al menos, éramos más jóvenes que ahora. Al principio no nos llevábamos bien... ja,ja,ja. Te negabas a hablarme como era debido. Ruidos extraños e ininteligibles salían de tu boca. Pero, gracias a muchas hores juntos, nos hicimos inseparables. Ojalá estuvieras aquí conmigo, recordando lo que ahora mismo estoy recordando yo...

Oh, Amadeus, ¡Cuánto te quiero!

Bueno amigo, pronto vendrán a decirme que ya es tarde para escribir, que debo descansar, y, que mañana, será otro día. Chorradas. Aquí solo me dicen chorradas. Pero, en verdad, no quiero escuchar sus irritables voces, así que, hasta aquí mi carta.

P.D: Nunca te olvidaré, nunca. Siempre estarás en mi frágil y viejo corazón. Siempre estuviste, estás y estarás en él.

Gracias por todo, mi querido violonchelo.

                                                                                                                                         Michael Smith



Maria Victory Cirer



lunes, 13 de julio de 2015

Ese breve tic tac que sobra entre los engranajes de un reloj

-Como la mejor de las canciones,
o el más adictivo de los libros.
Como la más alta cascada,
o incluso el viaje más largo.


-Como la relación más longeva,
o la luz más brillante.
Como el poema más hermoso,
o incluso el vuelo de un colibrí.


-Como las palabras de un diccionario,
o la playa con más arena.
Como las estrellas del espacio
o las ideas de una mente deslumbrante.


-Como la vida más resistente,
o los recuerdos del más anciano.
Como la historia después de los puntos suspensivos,
o hasta los cerezos de Japón.


-Todo se acaba, se pierde, se borra o se quema;
-desaparece, se cansa, se esfuma o se olvida.
-Nada sobrevive
-¿Y entonces, para qué tanto esfuerzo? ¿Por qué se canta, se lee, o se viaja?
-Si, ¿Por qué se enamora, brilla o vuela? 
-Para disfrutar...
-¿Disfrutar de qué, si total se acaba?
-De ese breve tic tac que sobra entre los engranajes de un reloj.
ese breve tic tac que nos ha sido regalado, y no se puede desperdiciar, ni perder;
ni borrar, ni quemar
ni desaparecer, ni cansar,
ni esfumar y, ni mucho menos, olvidar.

(Disfruta)
(Mañana será tarde)


Omar García (Galicia)

domingo, 12 de julio de 2015

Sin Título

Alika estaba sentada sobre una piedra contemplando los valles de su país natal cuando se acordó de la joven muchacha que tuvo que marcharse años atrás con el hatillo lleno de miedo y esperanza. Muchos años antes, cuando Alika tenía 9 años, empezó una guerra entre su tribu y la tribu vecina. Recordó aquella trágica mañana en la que fue al río en busca de agua con su madre y sus hermanos. Su madre se arrodilló junto al río, cuando de pronto aparecieron dos hombres armados. Empezaron a chillar a su madre y esta les pidió que se alejaran de allí lo más rápido posible. Alika y Daren, el mediano de los hermanos, echaron a correr hacia el pueblo. Mientras corrían escucharon disparos y se volvieron a contemplar los cuerpos sin vida de su madre y su hermano menor tirados en el suelo. Alika no pudo contener las lágrimas, pero ambos siguieron corriendo hasta el poblado. Al llegar a su choza, Alika y Daren corrieron a avisar a su padre sobre lo sucedido. Este, horrorizado por los hechos, decidió alejarles del peligro. Ese mismo día, de madrugada, su padre les preparó un hatillo a cada uno cargados con sus pertenencias, los ahorros de la familia y los objetos de más valor y los coló en un tren con rumbo a Alejandría. Tras despedirse de su padre y recibir sus indicaciones, los dos hermanos subieron al tren y se quedaron dormidos. Al despertar, estaban apunto de llegar a su destino. Bajaron del tren y fueron a pie hasta el puerto. Compraron dos billetes y se embarcaron en un barco con rumbo a Marsella. Al acordarse de cómo estaban las cosas en su tribu en Sudán, ambos se echaron a llorar. Cuando pasó el cocinero y los encontró llorando les preguntó qué les pasaba. Era un hombre mayor de unos sesenta años. Los niños le contaron la historia. Consiguieron conmover el corazón del cocinero, al cual se le llenaron los ojos de lágrimas y la mente de recuerdos cuando le vinieron a la mente las imágenes de su hijo recientemente fallecido. Despertaron en él su sentido paternal, así que decidió hacerse cargo de ellos al llegar a Marsella. La noticia alegró un poco a los niños. Al llegar al puerto, el hombre les condujo a su coche y les llevó a su casa, una bonita finca alejada de la ciudad. El hombre les preparó la habitación de invitados y les compró algo de ropa. Las primeras noches les costó conciliar el sueño debido a los recuerdos del espantoso episodio. Unos meses después Andrè, el cocinero, les matriculó en un colegio. Ambos recibían burlas por parte de los demás niños debido a su desconocimiento de la vida en Europa, como por ejemplo el hecho de no haber visto nunca un coche, lo que les hizo detestar el colegio. Con los años, las burlas se fueron suavizando y consiguieron integrarse. Ocho años después, Alika había terminado los estudios secundarios y, al cumplir la mayoría de edad, movida por una mezcla de nostalgia y curiosidad decidió regresar a Sudán y  averiguar qué había sido de su padre. Tras un largo viaje llegó al lugar donde había estado la aldea, y al encontrar solo las escasas ruinas del que alguna vez fue su poblado sintió como un cuchillo de pena y de trsiteza le partía de un tajo el corazón. Al sentirse levemente mareada, se sentó entre los restos de la que fue la choza de la familia. A lo lejos le pareció distinguir la figura de un anciano encorbado que avanzaba hacia ella seguido por un pequeño y mísero rebaño de flacas cabras. Por sus andares le recordó ligeramente a su padre. Recordó que su padre siempre le decía que Alika significaba "la más bella", y se preguntó si por una vez no podría significar también la más afortunada. Una suave brisa acarició sus mejillas y notó una lágrima rebelde. Hundió su mirada negra allá en los valles desiertos, y se quedó muda y triste, vagamente sonriendo.


Natalia Vingut (Ibiza)



jueves, 9 de julio de 2015

Payaso triste (Comienza el espectáculo)


(Da inicio el primer acto)
(Se abre el telón)
Su triste mueca reflejaba toda una vida de decepciones, olvidos y penurias. Llevaba un maquillaje de brillantes colores, como cualquier otro payaso, y en su mejilla izquierda, también dibujada, había una lágrima. Él era uno de esos payasos con un ojo verde y otro azul, con una estrella de cinco puntas en uno y una línea vertical en el otro. Sus labios, rosados, perfilados en negro, parecían ser empujados por las comisuras hacia el suelo. Arrastraba sus grandes zapatos, con los que a menudo tropezaba, que le otorgaban un aire torpe y, si no fuera por su expresión, hasta casi divertido.
(Camina por el escenario, se acerca a una chiquilla, la malabarista torpe)
Llevaba un exótico y holgado vestido rosa, muy parecido al de las danzarinas orientales, que ondeaba con cada movimiento de la malabarista. Las bolas pasaban de una mano a otra con rapidez, se caían al suelo, y más veloces que el ojo del espectador, volvían a sus manos. Y se repetía la escena. Hacía poses, cruzando las piernas, realizando suculentas reverencias al público, y siempre, siempre sonreía.
El payaso, con sus aires sombríos y labios torcidos hacia abajo, se acerca a ella.
Le habla, tristón, le pide algo, y ella sonriente, le da la espalda, y sigue a lo suyo. El payaso vuelve a intentarlo. Como si no lo escuchara, la malabarista termina su espectáculo y se inclina hacia las gradas. El payaso solloza, y se aleja de ella.
(Se aleja de la malabarista y camina por el escenario, hasta encontrarse con un par muchachas, las acróbatas)
Vestidas con pantalones rayados negros y camisetas también oscuras, las acróbatas daban en parejas todo tipo de saltos y giros imposibles, causando exclamaciones entre los que observaban. Reían a carcajadas, sonidos felices que se contagiaban como fuego entre todos los presentes. Bueno, todos, menos uno. Nuestro payaso, alicaído, se acera a ellas. Les habla, gesticulando mucho, pero ellas parecen no verlo. Siguen saltando, una sobre los hombros de la otra, haciendo el pino, el puente y todo tipo de figuras. El payaso, cansado desiste, y se va.
(Se sitúa en el centro del escenario, de modo que la malabarista queda a su espalda y las acróbatas se mueven en línea horizontal en frente de él, haciendo piruetas y cabriolas)
De piernas cruzadas, y  su espalda teniendo convulsiones, parece llorar
(La malabarista, como de costumbre, falla, pero esta vez una de las bolas  con las que jugaba rueda hasta golpear levemente al payaso en una pierna. Sobresaltado, deja de llorar y coge el objeto)
¿No bastaba con ignorarlo que ahora también le tiraban objetos? Miraba con curiosidad la esfera cuando alguien le dio unos toquecitos en el hombro. El payaso se giró, y vio a la muchacha vestida con prendas rosas, que sonriente le pedía la bola. Ante lo extraño y novedoso de la situación, el payaso no le tiende el objeto, y la malabarista, con aire distraído, pero sonriente se sienta a su lado. Le mira y entonces sí, el payaso entiende lo que le está pidiendo y estira el brazo.
Totalmente por sorpresa, ella le aparta el brazo de un empellón y lo abraza
El payaso no puede evitar sonreír
(Se cierra el telón)
(Finaliza el primer acto)
Omar García (Galicia)

miércoles, 8 de julio de 2015

El doctor de corazones de mentira

-¡Ya está!- exclamó, exultante, el niño.- Ya estás curado, ahora puedes volver a tu sitio.
Colocó al raído peluche en la estantería, junto con todos los muñecos rotos y reparados. Aquel oso era su favorito, el mejor regalo que le habían hecho sus padres, justo antes de embarcarse en aquel avión. Tenía arañazos y agujeros remendados y un ojo ligeramente torcido, pero era su osito y eso no importaba.
El niño, vestido con el ancho pijama del orfanato, observó la estantería, en busca de su próximo paciente. Muñecas con vestidos descosidos, payasos con narices torcidas… todo eso era su especialidad.
Durante un rato, siguió interpretando el papel de, como a él le gustaba llamarlo, doctor de corazones de mentira. Porque eso hacía él. De vez en cuando, encontraba a un peluche deseoso de contarle sus penas y desahogarse un rato.
En una ocasión, se había quedado toda una tarde charlando con su osito, que, por cierto, se llamaba Botón. Botón le contó que siempre había deseado ver osos de verdad, conocer a esos animales, de los que era imagen y semejanza. Había llorado descontroladamente, lamentando no haber visto nunca una cría de su especia en libertad. El niño le había escuchado, asintiendo con la cabeza y soltando alguna que otra lágrima.
-Escucha, Botón. Yo te podría contar cómo es un oso de verdad. Cómo es su hábitat, lo que comen… ¡Además conozco muchos cuentos sobre osos! Sé que no es lo mismo, pero espero que esto te arregle un poco el corazón…- dicho esto, comenzó un apasionado relato sobre osos pardos, polares y pandas. Sobre grandes osos que cazaban personas y pequeños oseznos que simplemente querían jugar con ellas.
Cuando el pequeño acabó de contar todo lo que sabía sobre estos animales, le aseguró a Botón que algún día irían al zoo a ver osos de verdad.
-Tenías razón. Ahora tengo el corazón más caliente y mucho mejor, gracias.
Aquella noche, el niño se durmió con una sonrisa.
***
Ese día comenzó bien. No hacía sol y unas grandes nubes cubrían el cielo como una bóveda misteriosa, pero se respiraba un increíble ambiente de fiesta. El pueblo celebraba el centenario de su fundación, pero eso ahora no es importante.
Todos los niños del orfanato salieron a dar un paseo y a observar los desfiles y celebraciones. Sin embargo, había un niño aferrado a un osito de peluche al que no le interesaban las fiestas.
-¡Quiero ser un doctor de corazones de verdad!- Había pensado, contundente, esa mañana.- Quiero hacer felices a las personas, al igual que hago con los peluches. Será divertido, ¿verdad, Botón?
-Seguro que lo haces muy bien, pequeño. Sólo tienes que contarle esas historias que nos hacen soñar.
Todos los muñecos de la estantería asintieron y le sonrieron. Así que esa mañana, mientras todos los demás huérfanos miraban embelesados la lluvia arcoíris que caía sobre sus cabezas, nuestro niño se escabulló por una callejuela, sin dejar de sonreír. Lo primero que vio fue un señor elegantemente vestido que miraba nerviosamente su reloj.
-Perdone señor- le dijo el niño, bullendo de emoción. De repente, se quedó en blanco. El señor le dirigió una mirada de superioridad que heló la sangre del niño.
-¿Quieres algo? Ahora mismo no tengo tiempo para juegos- le espetó, con tono agrio.
-Yo…lo siento. Me preguntaba si necesitaría usted ayuda con su corazón.
-¿Corazón? No necesito, ni he necesitado nunca ayuda con él. ¡Lo único que necesito ahora es tiempo! Lanzaba constantemente miradas al reloj de oro que le colgaba del cuello.- Niño, el tiempo es tan dorado como este reloj, tan rápido como una gota de luz en la oscuridad, pero es también oscuro e inusitado. Y por eso, es tan precioso e inalcanzable…
El niño se quedó desconcertado ante tal discurso, pasional y profundo, pero sonrió y dijo:
-¡Yo podría contarle mil y una historias sobre el tiempo! ¡Son mis favoritas! Como ha dicho usted, el tiempo es precioso y esconde muchos secretos. Sé una antigua leyenda sobre un barco cargado de tiempos y épocas que…
-Oh, por favor. ¿Historias? ¿Quién necesita historias? Eso es precisamente a lo que me refería. Una gran pérdida de tiempo irreparable e imperdonable…- Y dicho esto, se marchó con paso airado.
Una lágrima rodó por sus mejillas.
-Botón, ¿has oído eso? Yo pensé que sería una buena idea…
-Tranquilo, ya habrá más gente que quiera sus servicios, doctor- le consoló Botón desde su bolsillo.
Niño y oso anduvieron por el pueblo, escuchando la estridente música de feria de fondo. Poco después se toparon con un vagabundo apostado en un portal.
-Buenos días señor. Me preguntaba si usted necesitaría la ayuda de una historia para arreglar su corazón.
-¡Ja, ja, ja! ¡No digas tonterías, niño! En mi situación, me vendría mejor una comida suculenta y un lugar donde dormir…- se burló, mientras enseñaba sus dientes negros.
-Eh… Me temo que no le puedo proporcionar eso… Pero conozco la historia de un rey y un mendigo...
-Seguro que es  apasionante, pero comprende que no tengo lo que necesito- el vagabundo alzó la mirada al cielo cargado de lluvia que les cubría.- No creo que una historia me lo proporcione…
-¡Ah! ¡Pero no me ha entendido!- río el niño, aliviado.- Yo he dicho que sanaría su corazón. Una historia no puede darle comida o un hogar, eso no son deseos del corazón, sino de la mente. Una historia puede proporcionarle sentimientos y emociones, hacerle soñar y reír y viajar…
-Pero yo no necesito nada de eso, niño. Ahora lárgate, está apunto de llover…
El niño volvió cabizbajo al orfanato, con la angustia encerrada en su pecho.
Aquella noche charló con Botón durante horas enteras, sin contar historias ni sueños. Simplemente hablaron sobre el mundo que habían conocido ese día.

-¿Sabes, Botón? Creo que, sin duda, los corazones de verdad son más difíciles de sanar…
Andrea Moldes (Navarra)

martes, 7 de julio de 2015

Cada latido, compás compartido

Escucho cada golpe, e intento ponerle nombre. Un nombre diferente, un nombre distinto. Mi guitarra lanza un grito, y yo lo cojo al vuelo. Vuelvo a descifrarlo, pero siempre es el mismo. No es el suyo, no es el mío, de pronto clama por otro. Sabía que esto pasaría, ya no seríamos más ella y yo, ahora vendría otra, a desafinar con nuevas notas, mi eterna melancolía (perdón, melodía). Notas de cabello brillante y ojos profundos. Voz arpegiada, desgraciada (perdón, desorientada).
Me disculpo, yo quería estar con ella, con su cuerpo de madera, acariciando cada cuerda, hasta perder la cordura. Pero ya hay otra, ella ha desatado mi locura. La veo hasta en las sombras, las sombras de mis pensamientos, que como una mala marea, siempre me arrastran a ella.
Ahora mis compases no son tuyos, me he dado cuenta.
Escribo para otra, ya no es todo para ti.
Y aunque ella no lo aprecia (lo sé, tu sí),
ahora mis compases son suyos, que haga con ellos lo que quiera.


Omar García (Galicia)
Cada latido, compás compartido (Por Omar)

Han pasado ya unos cuantos días

Han pasado ya unos cuantos días. Todo ha vuelto a ser como era antes del 25 de junio, pero cada día os echo de menos un poco más. Todo el mundo me dice que, por lo menos, me quedan los recuerdos y los buenos ratos pasados con vosotros. 
Pero ellos no entienden lo doloroso que fue el viernes 3 de junio del año 2015. No entienden por qué lloraba en el coche camino a casa, o por qué no podía dejar de escuchar Pablo Alborán mientras recordaba los viajes del autobús. O por qué se me escapaba una lágrima cuando veía las fotos que nos sacamos todos juntos. O por qué sonrío como una idiota cuando recuerdo todos los momentos únicos que tuvieron lugar durante esa semana.
Puede que hayan pasado ya unos cuantos días, pero no quiero olvidar. No quiero olvidaros, no puedo olvidaros y no voy a olvidaros.

Puede que ya 
os lo haya dicho más veces, pero no me voy a cansar:
GRACIAS. Gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Os quiero muchísimo.


Y sí, puede que escriba esto con lágrimas en los ojos, pero no puedo evitarlo.

Andrea Moldes (Pamplona)

lunes, 6 de julio de 2015

Burbujas

Y me lancé al agua de cabeza.
Noté cómo mi ropa se inundaba y el frío me recorría la espalda en forma de un escalofrío. Pero me gustaba esa sensación.
Mientras mi cuerpo descendía hasta el fondo y tocaba en suelo, iba soltando poco a poco el aire que mis pulmones contenían, creando burbujas.
Cerré los ojos con fuerza, gritando para liberarme de todas las emociones de los últimos días.
Cuando abrí los ojos de nuevo, distinguí una gran burbuja cerca de mí que se dividía en veinte más pequeñas, algunas más grandes que otras, en las que, de pronto, comenzaron a reflejarse rostros conocidos, girando en torno a mí y haciéndome sentir que no estaba sola.
Más lejos, en otras burbujas de distintos tamaños comenzaron a aparecer imágenes relacionadas con lo pasado durante los últimos días, imágenes que me habían hecho reír, enfadar e incluso llorar.
Sonreí; provocando con mi sonrisa que, de pronto, las burbujas comenzaran a explotar, hasta que no quedaron más.
Ascendí hacia la superficie y respiré hondo. Me acerqué a la orilla y me senté sobre la hierba, con los pies en el agua, mientras contemplaba mi reflejo en la superficie.
Las burbujas habían desaparecido, llevándose consigo los recuerdos y personas que nunca olvidaría.
Pero no estaba triste.
Sabía que, cuando me sintiera sola, las burbujas aparecerían y siempre, siempre, estarían a mi lado.
Sofía Santos

domingo, 5 de julio de 2015

Querida familia.

Palma de Mallorca, 5 de julio de 2015
Querida familia,
Para mí es muy difícil escribiros esta carta, ya que no existen palabras suficientes para agradecéroslo todo. Gracias por hacer de esta semana la mejor semana de mi vida. Gracias por hacerme reír como nunca antes me había reído, escucharme, consolarme el último día, despertarme cuando me quedaba dormida...
Gracias por dejarme aprender de vosotros.
Gracias por quererme tal y como soy.
Gracias por ser los amigos que siempre había querido tener. 
Las lágrimas siguen recorriendo mis mejillas, en un intento de liberar los sentimientos que con palabras no puedo expresar. 
No puedo evitar sonreír como una tonta cada vez que me acuerdo de algún momento que pasamos juntos. Recuerdo con mucho dolor la última mañana de aquel increíble viaje. Me levanté con un nudo en la garganta y con muchísimas ganas de llorar.
Cada vez que metía algo en la maleta, sentía que una parte de mí se quedaba allí.
Se quedaba en el lugar donde había conocido a las mejores personas del mundo. 
Finalmente, querría deciros que nunca os voy a olvidar. Ni dos días hace que no os veo y, sin embargo, se me ha hecho una eternidad. 
Aunque me alegra pensar que son dos días menos para volver a abrazaros a todos.
Os echaré muchísimo de menos.
Y hasta aquí mi primera carta. Os deseo lo mejor.
Vos estim moltíssim. Una abraçada molt forta a tots. (Os quiero muchísimo. Un abrazo muy fuerte a todos.).
Maria Victory Cirer.

La esfera de las imágenes

Dedicado a todos los compañeros de el Campus Coca Cola Jóvenes Talentos 55.  ¡¡¡Os sigo queriendo!!!


Las imágenes  se veían difusas allí dentro. ¿Qué era eso? Una bola de cristal se alzaba contra un fondo oscuro. Sus bordes curvos mostraban las imágenes dilatadas mientras que en el centro se podía ver un objeto con claridad. No era claro pero creo que se trataba de pelo, sí, pelo castaño oscuro. Y temblaba, cada uno de esos largos pelos temblaba al compás de un ritmo inexistente como si un péndulo se desviase colgando de su punta. El cabello seguía una forma concreta, sin lugar a dudas resbalaba por la espalda de una mujer. ¿Dónde estaba esa condenada esfera?
De repente oí una voz:
"¿Quién me estará pisando? Bueno, no me importa"
Era una voz rara: ni grave, ni aguda sino natural, como si fuese la única y propia de aquel lugar. Si me fijaba más podía oír otras voces,  sí,  voces mucho más suaves que se fundían en un murmullo. 
De improviso,  la imagen cambió radicalmente como si se desplazase con un giro repentino. Se vieron colores borrosos hasta que se enfocó una forma clara, sí, era un chico adolescente. Tenía una camiseta negra con un símbolo que no llegué a identificar, un largo flequillo castaño claro que le cubría parte de la frente. Era gracioso, no sé como, pero sabía que era gracioso, o al menos lo sería con una chistera. El chico comenzó a mover los labios mientras otro sonido me llegaba:
"Perdona,  que me he dado cuenta de que te he pisado", sonó una voz en la lejanía,  mucho más apagada que la voz interior. 
"Nada, nada", le contestó mi voz interior. 
¿Cómo habían llegado a tenner esa conversación? ¿Desde hacía cuanto se conocían?
En ese momento la bola volvió a girar revelando a mucha más gente de más o menos la misma edad que rodeaba a dos adultas como si 
se estuvieran abrazando. 
Repentinamente, la bola se oscureció durante unos instantes para volver a alumbrarse un momento después. 
Mostraba un pasillo, era largo, con las paredes blancas y el suelo abaldosado en colores naranjas, a un lado estaba alumbrado por grandes ventanas que iluminaban puertas numeradas al otro. Se movía muy rápido haciendo acercarse unas puertas con ojos de buey que se abrieron pesadamente. Estas revelaron una pequeña estancia con escaleras al lado y un ascensor al fondo.  Sin embargo,  la esfera no se paró a observarlo sino que se dirigió hacia una gran puerta al lado izquierdo de la habitación. La abrió no sin dificultad y salió al exterior. Había mucha gente sentada sobre unos sencillos bancos de cemento, de pie junto a los árboles o apoyados en la pared junto a una larga fila de maletas. El sonido suave de fondo se acrecentó. Eran los mismos que antes, todos adolescentes, pero ahora estaban acompañados por varias personas más: sentadas en el banco había dos jóvenes,  con camisetas negras que estaban de espaldas a la esfera. Al otro lado del gentío había un hombre con una lista que gritaba nombres... y todos se abrazaban. La esfera apuntó mucha gente,  se oscurecía cuando se fundía con sus camisetas en un abrazo que parecía no tener fin.  Y entonces las vio. Eran lágrimas desordenadas que surcaban los rostros de las personas que marchaban por el camino de baldosas granates. 
En ese momento, se volvió a apagar. Pero algo había cambiado, el fondo qque envolvía a la esfera se había vuelto más claro,  como si tuviese una persiana bajada pero la luz brillase tras ella. Y entonces volvió la imagen. 
Volvían los cabellos, esta vez negros como la tinta. La esfera se alejo (¿era sensación mía o se estaba haciendo más grande?) y mostró una cara femenina cubierta de lágrimas. Se giró y vio más rostros llorando,  y se hizo más grande; y vio mejillas rojas, y se hizo más grande; y vio rostros felices llorando, y el fondo se hizo más claro y la esfera más grande. 
Y la voz interior repitió palabras que lentamente cobraban sentido:
"Hasta pronto, te quiero, no llores, hasta luego,  ya nos veremos...".
Y empezó a decir, o a pensar, o a lo que fuese, cosas como:
 Amistad,  ternura,  afecto, pena, tristeza y, para acabar, ilusión; y la esfera seguía creciendo.
En ese momento,  la esfera y su alrededor se volvieron negros por un instante y estallaron en un brillo cegador que duro pocos segundos. No se veía nada en el interior de la bola. 
Lentanmente, la inicial visión difuminada del interior de la esfera se fue enfocando mientras se fundía con la visión del fondo. Se veía a la misma gente, ahora todos agrupados en torno a la esfera y por ellos sentía solo un sentimiento: amor.
Y entonces lo entendí todo: la esfera era una lágrima...
                                                                                                                          Pablo Drake

sábado, 4 de julio de 2015

La luz, un tesoro

El despertador ha sonado. He abierto los ojos. He bajado a la cocina y preparado mi desayuno diario: Pan tostado y una taza de café con leche. Hoy es un día especial. Este año es el año de la luz y los primeros pasos para aprovechar mejor la luz empiezan hoy. He acabado el desayuno y ahora me dirijo al trabajo.

Están poniendo placas solares por todos los lugares como yo ordené. Al fin estamos 
consiguiendo utilizar la luz de forma realmente efectiva. Hasta ahora, hemos utilizado esta clase de energía principalmente en la medicina pero gracias a la máquina que mañana pondremos en marcha, conseguiremos energía solar con mayor potencia y en mayor cantidad. Todos estamos felices, ya que gracias a este invento, conseguiremos tanto dinero como 
deseemos.

El día está concluyendo y tengo que volver a casa, a descansar, debido a que mañana deberé estar muy atento. Los trabajadores de la calle también están finalizando sus labores y poco a poco, están regresando a sus hogares. Tan pronto como he llegado a mi morada, me he tumbado en mi cama y me he dormido rápidamente.

* * *

Hoy no he necesitado la ayuda del despertador para despertarme. Me he levantado muy movido, emocionado. Al acabar el desayuno no he ido a mi taller, sino que al sitio donde enviaremos al espacio ese trasto. Yo inventé ese inigualable aparato, hace un año más o menos. Mi hijita estaba al lado de la ventana, con su reloj y yo viendo la tele. Descubrio que podia reflejar los rayos del sol usando el reloj, y estuvo incordiandome, reflejando la luz en mi cara y en mis ojos. Al final me enfadé con ella, pero me dio una idea para salvar mi compañía eléctrica (que en ese momento estaba apunto de cerrar por asuntos económicos). Y es eso en lo que se basa el aparato que vamos a hacer despegar: es una cosa parecida a un espejo gigante y magnético, 
que refleja y concentra la luz del sol en la tierra. Esa luz será recogida por las placas solares instaladas estos días.

Al ver mi invención en la planta de lanzamiento me he sentido muy orgulloso. Después de unos minutos y haber hecho unas últimas inspecciones, han salido tres enormes llamas de la base del espejo y ha empezado a ascender. Viéndolo ahí, alejándose de mí, lo único que he pensado es que soy magnífico. Agotado aunque contento, he vuelto a casa.

* * *

Mi despertador no ha sonado, está apagado. Por suerte he podido abrir la ventana, para que la luz entre. Sin embargo, no ha entrado tanta luz como esperaba. El desayuno también ha sido bastante penoso, puesto que no he podido ni tostar el pan ni calentar el café. Que raro. Por suerte mi coche si funciona y he podido conducir hasta mi trabajo. He visto la hora por primera vez en el reloj del coche, y me parece que hay muy poca luz para ser mediodía. He hablado con unos compañeros y por lo que me han dicho, se han quedado como yo, sin energía eléctrica. Dejando a un lado ese tema, me he dirigido a la oficina de mi jefe, para ver que tal va el proyecto. Al entrar me ha felicitado y luego me ha soltado una frase que me ha obligado a reflexionar: “¿la luz es un tesoro, no te parece?”

Entonces me he percatado de que hice mal al crear esa máquina. De que hice mal al poner en marcha ese proyecto. En nuestra sociedad, destruimos y agotamos cualquier tesoro, como el petróleo por ejemplo.

Ahora me doy cuenta de lo que está pasando. Ese maldito trasto es magnético y al acercarse al sol, en vez de dirigir la luz a la tierra la está reenviando al sol. Si eso sigue así, el sol no durará mucho más, ni nos mandara mas luz. Por si eso fuera poco, el dichoso magnetismo ha transformado el campo magnético de la tierra y destrozado todos los circuitos eléctricos. Por eso no funcionaba mi despertador. Esto hay que pararlo, antes de que sea demasiado tarde. Hoy al atardecer será demasiado tarde.

Pero me vuelvo a percatar de un importantísimo detalle: La hora la sé porque la he visto en el coche y ese reloj es eléctrico y estaba estropeado. Ahora debe de ser el atardecer.

De repente, todo se ha oscurecido. No hay luz. No hay electricidad.No hay sol.
Es demasiado tarde.

Beñat Berasategi 

Un instante de eternidad

Hago un llamamiento a todos los que hemos sido condenados por anhelar la libertad y que la hemos conseguido encontrar durante una semana. Ha sido lo que andaba buscando desde hace mucho tiempo.
Un instante de eternidad.
Me habéis hecho olvidar todo conflicto, para hacer que durante esta semana me sintiera inmortal.
Sé que es triste, toda despedida lo es. Sé que tal vez no nos veamos en un tiempo y sé que no encontraré una familia mejor ni un sentimiento como el que he sentido estos días.
Libertad.
Libertad de ser yo mismo, de no tener que fingir, de no tener miedo a amar ni a pensar ni a expresarme. Sentir que se puede ser feliz.
Por eso hago este llamamiento. Esto no se ha acabado, y seguiremos juntos toda la vida a pesar de estar a kilómetros de distancia. ¿Cómo estoy tan seguro? Fácil. Usáremos la LUNA.
Todas las noches miraré a la luna pensando que es la misma que todos vemos. En ese momento todos los que la hayan mirado o vayan a mirar estaremos juntos. Es el punto en común, como invocar un hechizo que nos mantenga unidos, otro instante de eternidad cada noche. Y prometo que sólo las noches de luna llena estaré triste, pues la última noche también lo fue.
Como todo buen hechizo necesitará la palabra mágica. Cuando esté inmerso en ese sueño diré: Abracadabra. En ese momento estaré con todos vosotros y todos vosotros estaréis conmigó toda la noche pues la luna es nuestro simbolo, nuestra mesa redonda donde podremos reunirnos de nuevo al menos hasta volver a vernos.
Recordadlo. Y jamás nos olvidaremos.

ABRACADABRA!!!

José J. Granados

Sentada en la orilla

Sentada en la orilla, con los pies en las aguas cristalinas de este cálido paraíso. El mar se está tornando naranja y el sol desprende los últimos rayos de luz antes de perderse en el horizonte. Puedo oir a la gente reír y disfrutar a mi alrededor. Todos tienen a alguien que les acompañe en su camino en la vida. De repente, noto como el agua cálida se congela en mis pies. Y me pregunto, ¿quién me acompaña a mí? Recuerdo los últimos años, siempre rodeada de gente, siempre bullicio, pero, cuánta soledad. Sumergida en mis pensamientos, noto una lágrima resbalar por mi mejilla. Al alzar la mirada, había oscurecido y una luna imponente se abría paso ante mis ojos. Solitaria, como yo. Tan hermosa, tan radiante, pero siempre tan sola. Destinada a vivir eternamente en un segundo plano. Luna llena, sin embargo, yo me siento tan vacía…

Natalia Vingut.

                                                                                                                 

Nunca será siempre

Estaba agotada, mirando tras la ventanilla del avión tan grande en el que me sentía tan pequeña...
Habían sido demasiados sentimientos en tan solo un día. Bueno, una semana. Agotadora, también.
Mientras trataba de desconectar de todo lo que me rodeaba, me arrollaron miles de recuerdos y los rostros de todas esas personas que los causaban, y sin evitarlo, me volví a derrumbar dejando salir toda la tristeza que suponía dejarlos atrás.
 Me había vuelto a abrazar a mí misma tratando de hacer otro mísero intento de sentir el mismo calor que me habían dado todos, acogiéndome aún así sin conocerme. Descubrí, en ese momento, que un hogar no es más que unos brazos donde eres tú mismo; y también descubrí que ellos eran mi hogar, mi nueva familia aunque estuviera separada.
Haciendo todo eso, me había quedado dormida, pensando en las mil y una historias que contaría al llegar de nuevo a mi casa. Cientos de flashes pasaron lentamente por mi mente, y quise revivir decenas de momentos
momentos. En especial, uno.
Hace un rato, desperté de ese sueño que se hizo pasar por pesadilla. Estaba en mi cama, y no tenía compañía. Les extrañaba. Ahora estoy escribiendo, mientras escucho a Melendi, extrañándolos todavía.

Sí, os echo mucho de menos.
                                                        Ainhoa Navarro🙈

Ideas para escribir

Por favor, completad y ampliad esta lista. La creatividad está en todos nosotros

-Primeras frases

Todo empezó aquella maldita tarde de invierno
Si X no hubiese X todo habría salido bien
Se me habían acabado los cereales
Aquella noche las estrellas brillaban con una luz especial
El cuerpo fue encontrado en un armario
Entró por la puerta como si la casa fuera suya
Era una tarde calurosa
Mi primer recuerdo tras recuperar la vista/audición/voz
Nací un frío 16 de Enero
Por aquel entonces no creía en la fantasia

-Frases del centro

Llevaba dos horas sentado en ese banco
¿Alguien ha visto mi abrigo?
Ven a dar una vuelta
Veo el terror reflejado e sus ojos
El golpe fue tremendo
Fui a donde me el me llevo


-Frases finales

Mirando a la nada pensando en todo
Veo que el final se acerca
Y me duermo en tus brazos
Se acaba la música
No volveremos a venos
Continuará...
Lo último que veré serán estas cuatro paredes

-Temas

Amor
Odio
Desamor
Miedo
Futurista
Utopía
Distopía
Policial

-Personajes

Un libro
Un médico
Un peluche
Un ex soldado 
Un profesor
Una galleta

-Escenarios

Un hospital
Una casa encantada
El tronco de un árbol
Una casa derruída
Una cocina
Una escuela
Un país real
Un territorio fantástico

-Argumentos










Cuestión de pronombres

Me coges,
me eliges.
Me acoges,
me eriges
Te veo,
te siento.
Te creo,
te tiento


Te quejas,
te irás.
Te alejas,
te vas
Me encallo,
me altero.
Me callo...
me muero
Omar García

Sentimientos plantados


Son días duros, fríos, como si el sol ya no quisiese anunciar el comienzo de un nuevo día. Pero allí estaba ella, levantándose todas las mañanas y aunque apagada por una profunda tristeza, seguía luchando, aferrándose a la idea de que algún día cambiaría el curso de su vida y se levantaría con una cálida sonrisa. Pero tras unos muy largos meses de intenso dolor, su esperanza parecía difuminarse, como si el viento la cogiera presa e hiciera abandonar un cuerpo que tanto la necesitaba. Alice se sentía vacía, etérea, muerta en vida.
Su pelo castaño como la madera de un árbol joven en una traviesa primavera, pero tras aquello, la luz que irradiaba se apagó, su mirada de ojos azules, risueños y atrevidos pasó a ser una mirada melancólica, muerta.Sus facciones se endurecieron como quien madura demasiado pronto. El dolor sentido le desgarró el alma y se hundió cuando se percató estaba sola en este cruel mundo, no había nadie ni nada para ayudarla a ponerse de nuevo en pie y levantar la cabeza. La habían abandonado como un barco a la deriva en un inmenso océano.
Le quedaba poco sustento en aquel gélido invierno. Tan solo le quedaba plantar las semillas que aquel sabio le ofreció cuando no le quedaba a nadie a quien contarle sus penas. Él decía que aquellas semillas podían matarla de hambre si seguía triste o mantenerla de por vida con su felicidad ( algo que hacía mucho tiempo que no sentía ), todo dependía de sus sentimientos. Alice las cogió con la intención de que las cosas cambiaran, pero no fue así. Todas las mañanas plantaba una semilla con la  ilusión de que saliera una hermosa planta frutal que le mantuviese y que le demostrara que era feliz y no aquellas abominaciones ajenas a la creación, aquellas a las cuales la tierra no acogía en su seno, se conocían como plantas carnívoras.
No quería seguir viviendo entre sombras en aquellas inmensa oscuridad que le envolvía, quería tener al menos una luz errando en la penumbra, un guía en ese laberinto de incertidumbre, algo.
Solo una fina niebla se interponía en entre el cielo y la tierra y los rayos lunares se filtraban tímidamente entre la niebla en aquella noche que sería el comienzo de una nueva vida.
Una llama se encendió dentro de ella diciéndole que había que cambiar. Dejó la tristeza a un lado dejando paso a un torrente nuevas sensaciones que le convencieron de que había llegado ese momento tan ansiado. No se lo pensó dos veces. Se fue sin despedirse de su antigua vida solo con las semillas, con las ganas de ser libre, de empezar de cero lejos de aquel oscuro y maldito lugar, aún sabiendo que su corazón seguiría encadenado a la carga que nunca se quitaría de encima: la muerte de su hijo.


Carlos Adán

Amor.

Un sentimiento, 
una elección;
muchos suspiros,
solo un corazón.

Un temblor,
un subidón;
a mayor riesgo,
menor el perdón.

Una mirada,
simple atracción;
saliva en la garganta,
un cepo el en corazón.

Irracionales,
simples de explicar;
muchas miradas,
siempre serán más.

Canciones y besos,
besos y nada más;
Canciones y mensajes,
con lágrimas al final.

Parejas, amados,
¿Se puede pedir más?
                                         Pablo Drake.


Pedazos

Cerré los ojos, luchando por contener las lágrimas producidas por esta lluvia de intensas emociones.
Ya no quedaba nada. Lo había dejado todo atrás. Aquella era mi vida, mi presente, pasado y futuro. Allí estaban mis verdaderos amigos.
Y ahora me lo habían arrebatado todo.
Iba a luchar. Sabía que debía regresar, volver al lugar que el Universo me reservaba. Pensaba volver.
Distinguí varias figuras pequeñas desde la ventanilla del avión. Todas lloraban y saludaban. Allí estaba mi familia. A pesar de la distancia que a partir de ahora nos separaría, sabía que en realidad estaríamos juntos.
Mi corazón se había roto en mil pedazos. Echaría a cada uno de ellos de menos, quizá sobre todo al trozo que más brillaba, el trozo que más extrañaría.
Pero ahora sé que, pase lo que pase, nunca los olvidaré.
Sofía Santos

Ladrillos de algodón

Aquí estoy, otra vez, mirando las nubes, podría pensar que las nubes son como el algodón, suave y pulcro, pero no pensaba así, creía que eran masas de agua evaporada impulsadas por el viento, me encantaba ver las formas de las nubes, podía estar allí horas pero en vez de eso me dormí

Cuando desperté me percate de que había una escalera a mi lado, no podía identificar su color pero se parecía al del cielo, se mantenía firme y recta sostenida por una fuerza invisible y parecía extenderse hasta el infinito. impulsado por la curiosidad comencé a subir, cuando llegué al final tenia los brazos agarrotados y me temblaban las piernas, había una plataforma del mismo color de la escalera que ahora era rojiza a juego con el atardecer, recogí mono de trabajo que había en el suelo y me lo puse. En su cinturón portaba un martillo y una cincel, en aquel momentos una nube se acerco lentamente y se sitúo a mi lado, ¿que debía hacer?.

La primera vez que empecé a esculpir la nubes algunas me salieron mal y se alejado enfadadas en forma de tormentas, pero en cambio las que esculpí correctamente en forma de paloma o mariposa se alejaron gracilmente, pero al poco tiempo se deformaban de nuevo, perdí la noción del tiempo, ¿cuanto tiempo había estad allí? ¿dos horas? ¿tres? me habían salido callos en las manos y con la llegada de la noche empecé a notar el frío, me disponía bajar pero la escalera era ahora negra y no la conseguí distinguir, en ese instante una ráfaga de viento me derribo de la plataforma y me tiro al vacío.

Me desperté en el campo, pensé que había sido un sueño sin embargo empecé a divisar las nubes que había esculpido.
-!vuelve a casa se avecina una tormenta¡- me ordeno mi madre
aunque estaba aun absorto pensado en lo ocurrido me dirigí allí pero sabia que volvería al cielo a esculpir las nubes de nuevo, a dar forma a mi imaginación.

Gerardo Guijarro (Cantabria)
   

El precio de una lágrima


…Exactamente 28 horas hace que nos separamos.

25 de Junio de 2015
Las ganas inundaban mi cuerpo, estaba deseando llegar a Madrid. Lo deseaba con todas mis fuerzas tras varias semanas de espera. Pero había algo que me lanzaba hacia atrás, ¿y si todos no eran como yo?
Llegamos a Madrid, más exactamente Barajas, y me encontré con varios finalistas en el bus. Aquello parecía un funeral, nadie pronunciaba una palabra. Cuando llegamos a la residencia, nos decidimos a hablar, pero ojo, como mucho tres palabras.
Las horas pasaban y todo empezaba a cambiar, sentía como si tuviera mucho más en común con ellos, a parte de la escritura.
PRIMERA NOCHE
 Cuando volvimos de la cena, recuerdo subir a la habitación de Ainhoa y Amanda. Nos decidimos a bajar al billar, al parecer todos coincidimos en ello. Pero cuidado, nadie hablaba y nos fuimos a dormir pronto.
POCOS DÍAS DESPUéS
Noches, tardes, mañanas… todo parecía haber cambiado. Ahora éramos un grupo de amigos, que se llevaban bien todos con todos. Poco a poco, eso fue a más y más.
ÚLTIMOS DÍAS
Recuerdo estar todos juntos en los billares, las pistas de baloncesto, no poder separarnos unos de otros, jugar a prueba o verdad,  hacernos cosquillas por el cuello… Podíamos estar horas y horas hablando, sin dormir, y nos daba igual, nos lo pasábamos en grande.
Nos convertimos en una gran familia, tras unos pocos días de conocernos. Algo que no muchos logran  y menos viniendo cada uno de un sitio. Estaba totalmente equivocada, todos eran como yo, les gustaba exactamente lo mismo que yo.

3 de Julio del 2015
¿Qué me pasaba?  No podía dejar de llorar.
Cuando me avisaban de que iba a ser una experiencia magnífica y que al final iba a ser lo peor no me lo creía. ¿Cómo iba a llorar por gente que no había visto en mi vida?
Me equivocaba, otra vez. Recuerdo el sentimiento de no querer separarme de nadie, de intentar quedarnos otra semana más, de gastar un paquete entero de pañuelos solo por secarme las lágrimas. No sólo yo, todos. Las caras que se nos quedaban a todos cuando nos separábamos, tanto en la residencia cómo en el aeropuerto, estación…


Ahora mismo os echo de menos a todos, cuando veo todas las fotos juntos aún se me escapan las lágrimas. Hemos sido una gran familia, somos una gran familia y seguiremos siendo una gran familia.
Esto no es un adiós, es un hasta luego.  Os quiero.
GRACIAS A TODOS Y POR TODO.

Maider Mendive.