martes, 28 de febrero de 2017

Miel y perlas


Concédeme este baile. Hagamos nuestra la canción que guía a todas las parejas de esta sala, las lágrimas de algunas por nunca existir, los llantos de otras por haberlo hecho. Deslumbremos con tus ojos de miel y mi sonrisa de perlas, y cuando todos estén alerta a cada uno de nuestros movimientos, esos que han apresado la fijación de sus miradas, vayámonos dejándolos con las ganas. Cenemos en el bar de la esquina, ¿por qué no?, emborrachémonos, somos jóvenes. Esta noche es nuestra, que brillen nuestras risas y no nuestras lágrimas. Brindemos por el principio de un camino del que no conocemos el final. Está bien, entiendo que hoy no pueda acompañarte a dentro de tu casa, pero volveremos a quedar, ¿verdad?
Ya sé que es sólo un paseo, pero he visto tu mano al lado de la mía y no he podido contenerme. Sígueme a través de la calle, que a nuestros ojos semeja el universo al ser cruzado por dos almas a punto de estallar de felicidad. Sentémonos a tomar el helado en ese banco desgastado. Déjame acercarme a ti y robarte uno de esos por los que me tienes loco. Vayamos al cine, pasaré el brazo por tus hombros, quizá después nos apetezca salir a cenar. Dejemos atónitos a los pobres que alguna vez pudieron llamarse enamorados, que ven reflejado su corazón en nuestros rostros, que envidian nuestras manos luchando por liberar las suyas de sus cadenas. Te acompañaré a casa, es mejor que no andes sola a estas horas. Vamos, no me dejes en la puerta, sé que no puedes resistirte a esta sonrisa.
Tus labios en mi piel son el mejor despertador, pero debo irme antes de que alguien note mi ausencia. Vamos, sé que estás deseando decirlo, esas dos palabras se te acumulan en la garganta y me cortan la respiración; no dejes que se las lleve el viento, grítalo: te quiero. Acompáñame hoy a cenar, he oído sobre un sitio perfecto para nosotros. Y hablemos, de paso, sobre lo bien que estamos juntos, sobre lo espaciosa que es tu casa, sobre la ausencia de ningún compañero de piso.
No te preocupes si no le acabas de gustar a mi madre, al final te acabará cogiendo cariño. Ayúdame a meter esta caja en el coche, y arranquemos ya hacia una nueva vida juntos, durmiendo en la misma cama, comiendo en la misma mesa, soñando la misma vida.
¿Recuerdas aquel bar de la esquina? Sé que hace mucho que no lo hacemos, pero salgamos hoy a cenar. Esta noche tus ojos me recuerdan a aquellos del primer día, a los que les prometí la Luna sin saber que esta ya había bajado para mí. ¿Qué te parece si mientras traen el postre me arrodillo? Sí, el anillo es para ti, y te queda fantástico.
El blanco te sienta increíble. Vamos, dame ese beso para sellar el sobre que contiene nuestra próxima vida. Viajemos, bailemos, hagamos más locuras de las que ya nos caracterizan. Ahora empieza todo.
Claro que te quiero, pero comprende que tengo mucho trabajo, y nuestras discusiones me estaban desconcentrando; sólo es un moratón, no montes una escena por eso. Te lo compensaré esta noche.
A mí también me parece preciosa la hija de tu hermana, y no es tan mala esa idea, podríamos intentarlo; aún somos jóvenes; podremos con todo. Vaya, siento muchísimo lo de tu padre, pero tranquila, yo estoy aquí, no dejaré que te ocurra nada.
Deja de llorar, es una niña preciosa, con los ojos de su madre. Mira cómo se ríe, parece que tuviera mi sonrisa. No grites, o la despertarás. Me estás obligando a callarte, yo sólo quiero lo mejor para ti y para ella. Vamos, no pongas esa cara, tú misma te lo buscaste.
Mírala, ha dicho su primera palabra. Ya sabe ponerse en pie ella sola, ayúdala a caminar. ¿Qué son esos papeles, por qué no me lo habías consultado antes? No nos vamos a divorciar, estamos perfectamente, déjame besarte. No llores más y cierra la puerta, no quiero que la niña oiga lo que tú misma has provocado.
Ya he dejado a nuestra hija en el colegio. Mira lo que te he traído, es un collar. Sabía que te gustaría. Ahora ya puedes volver a pensarte lo de los papeles con tranquilidad, ¿verdad?
Deja de mirarte al espejo compadeciéndote de ti misma. Todos hemos recibido golpes merecidos en nuestra vida, no es culpa mía si tú te los mereces más que nadie. Vamos, no me hagas esto, me estás obligando otra vez.
Han llamado del instituto de nuevo. Mira cómo has criado a tu propia hija, cómo ha salido. Tendrás que ir a hablar con el director, yo estoy muy ocupado con el trabajo.
Hoy nuestra hija ha tenido su primer baile de fin de curso. Entrará en la universidad el año que viene. ¿Recuerdas el nuestro, cuando te pedí un baile, cuando salimos a cenar, cuando decidimos crear nuestra vida juntos? ¿Recuerdas cuando te prometí quererte siempre, estar por siempre juntos, que a nuestro lado las corcheas se sentirían separadas, los días solitarios? ¿Lo recuerdas? Vamos, contesta, sé que lo recuerdas, ¿verdad, cariño? ¿Dónde estás? ¿Qué haces ahí colgada? ¿Por qué has tirado la silla? Cariño, dime que estás bien.
Dímelo.
Sofía Santos
Galicia