jueves, 28 de abril de 2016

Réquiem a su inmortalidad

"Son tiempos difíciles para los soñadores". - Amélie Poulain



(Película: Amélie)

Es mi persona favorita con la que conjugar la primera persona de todos los verbos acabados en -arte.
Me sigue encantando, y nunca lo sabrá, porque jamás me ha visto ni me sentirá al romperme cuando hablo de él o me recuerda.

Para él, siempre estaré en formato musa de tamaño carcajada, siempre seré la respiración entrecortada de su risa... Supongo que siempre seré esa estrella fugaz que no cumplió su gran deseo, la actriz que se quedó entre bambalinas por haber temido caer en su escenario roto, la que pensó que las cenizas fueron fruto de algo más que un simple polvo.

Decidle que le echo de menos. Que las constelaciones llueven por su culpa. Que a la poesía le faltan recursos y versos para definir y limitar el otoño de sus ojos. Que la distancia está temblando de miedo, porque sabe que bailo en mi cama al encontrarle en mi almohada. Le he dicho a los ratones que jamás te cambien por monedas, que vale más de todo lo que el oro podrá brillar jamás...

No le contéis que mis bolígrafos sangran por su culpa, ni que mis plumas están rellenas de melancolía, no quiero que sepa que mi séptima vida me ha renunciado.

Que quiero volver a verle viéndole volver, cruzando lentamente los semáforos en rojo que tienen prisa, buscando otro golpe de suerte que se parezca a su sonrisa. Que quiero volver a sentir cosquillas, que quiero que me las haga él, que mis letras de tanto reír se vuelvan inífugas.


Sonreídle, que sepa lo bonito que es Madrid desde su boca, explicadle que abrazar y que abrace él son cosas completamente distintas, que la cordura ya no tiene patria ni bandera desde que alunizó en su locura.

Recordadle que es inmortal; que es poeta, poema y poesía. Recordadle lo bonito que es el amor, cuando me roza con sus manos, aunque sea en sueños.

Aunque no sepáis guardar un secreto, os susurraré que yo no tengo ni puta idea de volar, pero que creo que estoy jodida si en lo único que pienso es en quitarle el miedo a las alturas.

Advertidle de que me voy a quedar, clavada en las rectas infinitas que forman los tres lunares de su hombro izquierdo; de que voy a poner sentado a su sentido y de que no va a conocer más litera(s)tura de la que canta mi cintura, que no le voy a llorar más melodías. Que nunca recuerde que ha de recordar olvidarme; de que le quiero, aunque niegue haberlo escrito y lo haya hecho con los dedos cruzados y tras la espalda. Decídselo, de veras...
Que esta es la última noche que sueño con él,
y no tengo una pesadilla.



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