domingo, 31 de julio de 2016

Corazón-O-metro*: 2.092,9 km



*Distancia que hay entre corazones que se quieren.
-La niña que se tragó una nube tan grande como la torre Eiffel.


Es la segunda madrugada en la que vomito letras desde que me despedí de vosotros, chicos, y esta vez no vengo a soltar ninguna metáfora de las mías o a retractar en unos pocos versos lo que significa para mi la vida, os juro que no. 

Hoy hablo en plural. Hoy hablo de vosotros y sobretodo, sobre vosotros. Sois algo parecido a vida, a hogar, a amor, la definición perfecta de amistad aún pateando a la RAE y a su diccionario de la lengua española por decir locuras a bocajarro cuando estábamos juntos. 

Hablo en plural, pero podría hacerlo en singular. Porque al hablar de vosotros, hablo mucho de mí, ya que ahora prácticamente estoy hecha de pedacitos vuestros, de memorias, de carcajadas y de alguna que otra lágrima y amor imposible. Podría hablar en singular porque somos una familia, porque todos somos uno (y uno somos todos, con perdón a Alejandro Dumas).

Desde que os conocí, mi vida cambió. Sí, algo a lo película, sólo que sin actores secundarios, ni guión: todo improvisación y dejando de actuar para ser yo misma; ¡una peli con un poco de cada género, pero tirando a comedia! Al ir conociéndoos, me he ido conociendo a mí misma, y aceptándome y amándome cada vez más y más, desmesuradamente, a cantidad irracional y equivalente a la que os amo -y ya sé que amar es un verbo de esos a los que se les dice "fuerte"- a vosotros. 

Soy un puzzle que tiene vuestras piezas, si me permitís decirlo así. Me habéis hecho volar aún sin necesidad de teneros cerca o sin tener que pillar un avión con destino a alguno de vuestros abrazos o comentarios sinsentidos de esos que sólo hacen que tenga más ganas de cometer la locura anterior. Me habéis hecho ser de cada comunidad, me habéis enseñado a amar las costumbres, a las personas e incluso a las lenguas que habláis, sin tratarme de forastera (aunque a menudo hubieran diferencias al intentar entendernos todos).

Acabásteis consiguiendo que llorase de risa en vez de tristeza en las despedidas, acabásteis dándole sentido a lo que es realmente "echar de menos" y "desear ver a alguien", acabásteis cambiándole los nombres a las canciones para ponerle los vuestros tras haberlas cantado a pleno pulmón en plena Gran Vía, cambiando la etimología de la palabra locura al dar tumbos por El Retiro.

Es la segunda madrugada que escribo desde que os abracé por última vez, y lo único que quiero, antes de que me quede sin corazón, con sueño y sin saber qué más deciros que no sea un enorme gracias, es que estas letras sean para vosotros cuando las leáis, el mismo hogar que sois para mí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario