jueves, 27 de agosto de 2015

Cartas a la chica de lo ojos café.

Primera carta. Jueves, 27 de agosto del 2015. 


Hola, ¿me reconoces? Sueles sonreírme todos los días.

Llegas cada mañana con un enorme destello adornando tu cara, escrutando con tu mirada curiosa todo el local, analizando a todas las personas que merodeaban por ahí, fijándote incluso en el más mínimo detalle.

Te sientas en la misma mesa al lado de uno de los grandes ventanales que dan a la gran ciudad y pides una taza bien humeante de café y un donut. Y sacas tus auriculares y una pequeña libreta violeta que te dice "nunca pares de soñar" en la que escribes mientras picoteas el dulce.

No hay qué o quién que te desconcentre ni te saque del trance en el que te sumerges cuando te inundas de esas letras que hay en esos folios. A veces, dejas incluso que esas palabras se desborden de tus ojos, dejando un rastro de rímel. Entonces, me suelo fijar en tus mejillas - las cuales, por cierto, están adornadas por unas pecas y un ligero rubor precioso que te da un aire adorable - e interiormente me digo que son dos pequeños incendios a los que intentas apagar. Sinceramente, te veo muy fuerte en comparación a lo débil que pareces enfundada en esa bufanda de lana más grande que tú y desangrándote en tinta. 

Me resulta irónico, ¿a ti no? Que las letras quieran dejar salir a gritos esos ecos silenciosos que las voces no pueden pronunciar. Mientras pensaba en ello, tropecé y acabé tirándote encima el zumo que habían pedido las chicas de la mesa que está al lado de la que te sientas. Normal que salieras enfadadísima, yo también lo haría; de hecho, ahora estoy enfadado hasta conmigo mismo, por haber sido idiota.

¿Chica de ojos café, me perdonarás?

- Ed.


Ainhoa Navarro

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