martes, 11 de agosto de 2015

Música

(aunque le pongan otros nombres)
No seré cursi y diré que me enamore de ella a primera vista, porque eso sería mentir, y es algo que odio. Me costó verla, pero una vez descubierta, me fue imposible ignorarla. Tenía que estar con ella todo el tiempo, verla de lejos, de cerca, aprendérmela, escucharla y entenderla. 

La miré fijamente a sus ojos naranjas y me perdí en ella, en cada detalle, en cada movimiento. Era divertida, alocada y profunda. Me hacia ver las cosas de un modo distinto, de una forma brillante. Al mirar a través de ella, sin embargo, noté tristeza, dolor, acordes que nunca llegaban y codas interminables.
Estaba ensimismado, fascinado todavía con todos mis sentidos puestos en ella.
Espero así que entendáis, aquellos que me leéis, por que me enfade tanto cuando me la arrebataron, la hicieron desaparecer, esfumarse.
Y entonces silencio.

Aun podía oír su lejano rumor, y seguía igual de sorprendido. Me di cuenta entonces de que en realidad nunca la tuve, nunca estuvo realmente conmigo; que "verla", escucharla, o incluso (¿por qué no?) saborearla, era atrapar humo bajo el agua, cazar fuegos fatuos; cualquier analogía sirve. Lo odiaba. Tener que compartirla, escuchar a otros admitiendo que era tan única e increíble como yo pensaba que era. Pero tenía que aceptarlo. Finalmente se fue, y me sentí sordo, aislado, perdido.

Ahora escribo canciones tristes, aunque no suenen y les llamo poesía.
Omar García 

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